Dada esta nueva irrupción, debemos conocer los síntomas más frecuentes ante los cuales hemos de sospecharla, para saber cuándo acudir a nuestro médico:

La sífilis es una enfermedad compleja de diagnosticar dadas las diferentes manifestaciones que presenta según cuánto tiempo haya pasado desde que se infectó el paciente por la bacteria causante, llamada Treponema pallidum. Dividimos por ello su progresión en 3 fases:

A) Las manifestaciones primarias de la sífilis son las más características, tratándose sobre todo de úlceras duras no dolorosas que aparecen en las zonas del cuerpo por donde se ha producido el inóculo de la bacteria, fundamentalmente genitales (pene y vulva), pero también en la mucosa oral. Estas úlceras, dada la ausencia de dolor, pueden pasar desapercibidas sobre todo en mujeres, en las cuales la observación de la zona afectada no es tan fácil como ocurre en el pene de los varones.

B) Pasadas aproximadamente 3 semanas, estas úlceras desaparecen por sí mismas y no será hasta pasados algunos meses cuando volvamos a presentar síntomas propios de la sífilis, en lo que conocemos como fase secundaria o secundarismos sifilíticos.

Esta fase es mucho más compleja de advertir, dada la enorme variabilidad de manifestaciones clínicas cutáneas que presenta. Si debemos retener algunas, son la aparición de un rash o exantema pruriginoso, sobre todo en el tronco, o la aparición de manchas rojizas en las palmas de las manos, llamadas clavos sifilíticos.

C) Si no consultamos, esta fase también remite pasadas semanas y tras ella pueden desarrollarse tres evoluciones diferentes:

• La primera es que periódicamente los pacientes vuelvan a manifestar lesiones propias de la fase secundaria de la sífilis.
• La segunda, que ocurre en el 70% de los pacientes, es que no vuelvan a aparecer vestigios de esta infección, es decir, que el paciente se cure.
• La tercera, la más rara y que tarda años o décadas en aparecer, pero también la más grave, es que la infección se extienda y aparezcan lesiones a nivel del cerebro y la médula, las arterias, como la aorta y el corazón, o los huesos y piel. Estas manifestaciones se conocen como gomas sifilíticas, que son lesiones reblandecidas muy dolorosas de las que a la presión exudan un líquido denso necrótico. Todo ello conforma la fase terciaria de la sífilis.

Ante la sospecha de que estemos ante un paciente con sífilis en la primera fase que comentábamos, el diagnóstico lo hacemos mediante la detección de anticuerpos formados frente al Treponema pallidum, algunos de los cuales también nos permitirán conocer, una vez terminado el tratamiento, si éste ha tenido éxito y hemos erradicado al patógeno.

El tratamiento está sujeto a la fase en la que se encuentre el paciente, recurriendo por lo general a la penicilina en más o menos dosis y por una u otra vía en función de dicha fase.

Sin embargo, y dada la mala reversibilidad de los síntomas, si se permite progresar a la sífilis hasta sus estadios más avanzados, lo fundamental es la prevención a la hora de las relaciones sexuales, ya que no solo se expone a la sífilis el paciente que lleva a cabo relaciones sin métodos de barrera, sino también a la hepatitis B, el VIH, la gonorrea…