Katherine Subirana Abanto

tiene un don: su música sana. No tiene nada que ver con que el cantante de 65 años se haya entregado a la religión desde hace unas décadas. Al contrario. “Ya ves a esta atea bailando y cantando “Jesús me dijo, que me riera” cuando canta Juan Luis Guerra”, dijo una buena amiga. Es verdad. “Las avispas” es una de las canciones más coreadas y conocidas del sonero nacido en República Dominicana y la primera en su discografía que tocó el tema religioso comercialmente, el año 2004.

Casi 20 años después, la noche del 25 de mayo de 2023, en Lima se congregaron casi 30 mil personas en el estadio de la UNMSM esperando a “Las avispas” y otros éxitos del rey del género tropical. Asistir a este concierto era el rito para saldar la deuda que quedó en noviembre de 2022, tras la cancelación del concierto de JLG a causa de problemas con la locación. El clima limeño, cálido por estos días, fue propicio para calentar pronto el ambiente a la espera del inicio de un concierto programado para las 21:00 y que empezó con poco menos de 30 minutos de retraso con un “Ay, Rosalía” que irrumpió en el escenario y que bastó para que el público empezara la fiesta.

Es impresionante la cantidad de éxitos que ha producido Juan Luis Guerra en sus casi 40 años de carrera. Sus conciertos están plagados de ellos. “La llave de mi corazón”, “El Niágara en bicicleta”, “Como te quiero yo”, “La travesía”, son algunos de los temas que sonaron en la primera mitad del concierto. Un show de calmada algarabía. Un estado del alma que, si no existe, se inventó esa noche.

El concierto del cantante caribeño duró poco más de dos horas y, a pesar de los problemas técnicos, no dejó a nadie inconforme. (Foto: César Bueno)
El concierto del cantante caribeño duró poco más de dos horas y, a pesar de los problemas técnicos, no dejó a nadie inconforme. (Foto: César Bueno)
/ NUCLEO-FOTOGRAFIA > CESAR BUENO

Hay más de un motivo para llegar a dicho estado: el entusiasmo no ha abandonado al cantante, protagonista de la noche, pero este se saborea despacio en el corazón, mientras el cuerpo se mueve al son de las trompetas de los 440. Una comunión extraña pero disfrutable, comprensible y compartida.

Un mix de bachatas fue precedido por “Rey de reyes”, canción que le dedicó a su gran amigo Gianmarco, quien se recupera de una operación. Como augurio de una pronta y provechosa recuperación, tras la canción, explotaron papelitos al aire.

“Estrellitas y duendes”, “La hormiguita”, “Frío”, “Burbujas de amor”, sonaron en un mix donde la ternura fue la protagonista. Durante poco más de dos horas la alegría desbordó el estadio, a pesar de los problemas técnicos que, definitivamente, malograron dos momentos picos: la interpretación de “Visa para un sueño” y de “A pedir su mano”. El público, sin embargo, respetuoso, no abucheo al cantante, sino que empezó a acompañar el ritmo de sus conocidísimas canciones, con palmas.

No faltaron, por supuesto, “Como abeja al panal”, “El costo de la vida”, “Ojalá que llueva café”, y “Las avispas”, siempre benditas, cerraron el set list oficial. El encore, que trajo “A pedir su mano”, los problemas de audio ya mencionados y una sincera disculpa del artista fueron solucionados con aplausos del público que precedieron, ahora sí, el final: “Bachata rosa” y “La bilirrubina” cerraron el show. Una fiesta en la que se bailó como si no hubiera mañana. Y si no lo hay, nadie nos quita lo bailado.

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