Mes de octubre, mes del Señor de los Milagros

El culto al Señor de los Milagros, originariamente local, es hoy una devoción no solo nacional, sino un fenómeno de fe cristiana que supera los límites de nuestras fronteras. Es una festividad y una vivencia de fe que nos remonta a la Lima virreinal.

Hace ya casi 400 años un esclavo negro pintó en una pared de barro la imagen de Jesús crucificado y dos imágenes: una de la Virgen y otra de María Magdalena. La pared de adobe sobrevivió a terremotos, y ahora esa imagen, cargada de historia y tradición, es venerada por millones de católicos alrededor del mundo. Los esclavos habían levantado un galpón en la zona de Pachacamilla, a las afueras de lo que hoy se conoce como el centro histórico de Lima. Esa imagen había permanecido desconocida para muchos hasta el 13 de noviembre de 1655, cuando un terrible terremoto estremeció la ciudad y dejó miles de víctimas mortales.

El movimiento sísmico derrumbó todas las paredes del galpón de la cofradía, menos el débil muro de adobe con la imagen de Cristo. “Poco quedó en pie: un paño del muro del Cristo de Pachacamilla se mantuvo milagrosamente intacto, mientras que, en sus alrededores, reinaba la desolación”. Este hecho prodigioso fue el que dio comienzo al culto popular al Señor de los Milagros, propagándose rápidamente entre la feligresía local; pero sin la autorización oficial, por lo que la autoridad eclesiástica ordenó que se demoliera el muro a fin de evitar cualquier acto profano. Fue imposible destruirlo, en ninguno de los tres intentos, lo que incrementó la devoción.

La recurrencia del culto a esa imagen llegó a oídos del conde de Lemos, virrey de Lima, quien visitó el lugar en compañía de su esposa doña Ana de Borja. Ambos quedaron muy impresionados y decidieron colaborar para construir una nueva ermita provisional y lograr que se permitiera el culto. Entonces designó como mayordomo de la ermita a don Sebastián de Antuñano, quien con mucho esfuerzo logró obtener el dinero para comprar el solar, lo que se hizo el 17 de diciembre de 1671. Trasladar el muro de la imagen era de mucho riesgo pues sólo por milagro se mantenía el muro en pie. Un poder divino velaba por la imagen. En el traslado, las imágenes de la Virgen y la Magdalena sufrieron daños, pero la imagen de Cristo, quedó intacta.

La primera procesión del Cristo de Pachacamilla ocurrió en 1687, cuando otro terremoto sacudió a Lima nuevamente. En esa ocasión, Sebastián de Antuñano mandó a hacer en lienzo una copia del Cristo que figuraba en el muro y lo sacó en procesión a recorrer las calles de la ciudad. A partir del recuerdo del terremoto del 28 de octubre de 1746, se establece la costumbre de que la imagen salga en procesión el 28 de octubre de cada año. Este terremoto es el más devastador que se recuerda en nuestra historia; fue seguido de un tsunami y el mar llegó hasta lo que ahora conocemos como Av. Colonial, en donde se levantó una Iglesia conocida como la Virgen de la Legua.

Las primeras andas del Señor de los Milagros se construyeron en 1687. Como un homenaje al Cristo Morado, parte de las celebraciones por el Centenario de la Independencia del Perú, en 1921, incluyeron el aporte nacional para cambiar las antiguas andas por unas nuevas y agregarles láminas de plata labradas. Son dos imágenes las que salen en procesión: una, el lienzo con la copia del Cristo crucificado que mandó a hacer Sebastián de Antuñano, y otra, la de la Virgen de la Nube, devoción ecuatoriana que llegó al Perú.

La sagrada imagen, la original, pintada sobre el muro de adobe, se encuentra ahora en el retablo del altar mayor de la iglesia de las Nazarenas en Lima. En ese monasterio de carmelitas descalzas, las religiosas custodian también las sagradas imágenes con los lienzos del Señor de los Milagros y de la Virgen de la Nube, así como todos los elementos que adornan y constituyen las hermosas andas que año a año recorren nuestras calles, acompañadas por un mar humano de fieles que renuevan su fe y su esperanza.

Cabe recordar que solo en los años aciagos de la guerra del Pacífico y en los recientes y dolorosos momentos de pandemia no ha sido posible que el Señor transite por su ciudad. por eso, desde el 2022 una multitud se ha volcado nuevamente a las calles para acompañar al Cristo moreno, dando testimonio de fe y señalando que esa devoción es parte sustantiva de nuestra identidad nacional. Muchos elementos asociados a la historia del Cristo de Pachacamilla se pueden ver y conocer en el Museo del Señor de los Milagros; con muchísimo cuidado allí se conservan y exhiben.

Así, con semanas de anticipación, al interior del monasterio se preparan las sagradas andas, ya que cada elemento se guarda por separado. Y cada 1 de octubre, con gran respeto y profunda emoción, el patrón de andas da la primera señal que indica a los cargadores que deben colocarse bajo las varas. Al escucharse un segundo golpe, todos se ponen de pie alzando las andas a la vez. En ese momento se abren las puertas del monasterio y un bullicio de inmenso júbilo, alegría, fe y algarabía se eleva en las calles aledañas, las sahumadoras lanzan el incienso, las cantoras entonan los himnos y la banda de músicos interpreta la Marcha de Banderas, porque al Señor de los Milagros se le rinde honores de Jefe de Estado.

Y así se da inicio a esta procesión esperada durante todo un año. Es una expresión de fe que convoca a miles de fieles tanto en Lima como en diversas partes del país y en el extranjero. Bien se dice, por ello, que donde hay un peruano también está el Señor de los Milagros.