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NOVENA AL SEÑOR DE LOS MILAGROS

Orden de la Novena
1. En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
2. Acto de contrición
3. La consideración propia para cada día.
4. Gozos.
5. Oración de Consagración.
6. Oración a la Virgen.

ACTO DE CONTRICIÓN

Señor mío Jesucristo, Dios y hombre verdadero, Creador, Padre y Redentor mío. Por ser Tú quién
eres, Bondad infinita, y porque te amo sobre todas las cosas, me pesa de todo corazón haberte
ofendido. También me pesa porque puedes castigarme con las penas del infierno. Te ofrezco mis
sufrimientos como expiación de mis pecados, propongo confesarme y cumplir la penitencia que me
sea impuesta. Ayudado de tu gracia propongo firmemente no pecar más y evitar las ocasiones
próximas de pecado. Amén.

DÍA PRIMERO

Jesús, Tú viniste por los enfermos y los pecadores. Por eso, me vuelvo hacia Ti y quiero pedirte que
sanes mi alma y mi cuerpo. Tú sabes, Jesús, que el pecado desgarra y destroza la integridad del ser
humano y destruye las relaciones humanas y nuestra amistad contigo. Tú eres el Dios con nosotros.
Te pido que entres en mi vida. María, Madre del Perpetuo Socorro, tú me has invitado a orar, quiero
hacerlo ahora y por eso te pido que acompañes mi oración con tu fe. Ora conmigo en estos
momentos, para que pueda ser digno de obtener la gracia de la curación, no sólo para mí, sino
también para aquellos por quienes deseo interceder. Haz que la voluntad del Padre se cumpla en mí
y a través de mí.

DÍA SEGUNDO

Jesús, frecuentemente he dudado en hacer el bien. En su lugar he preferido a menudo hacer mi


voluntad y las consecuencias de ello me han hecho mal. ¡Sáname de mi incredulidad y de las
resistencias que he opuesto, las veces que me he negado a aceptar la voluntad del Padre! Creo en
Ti y confío en Ti. Por tanto, me pongo totalmente en tus manos. Hágase en mí tu voluntad Señor, en
la salud y en la enfermedad; en el éxito y en el fracaso; en las alegrías y en las tristezas; en la vida y
en la muerte; en el presente y en la eternidad. María, Madre del Perpetuo Socorro, con tu oración,
alcanza para mí la gracia de que mi determinación de seguir a Jesús sea irrevocable. ¡Ayúdame para
que nunca me aparte de ella y a permanecer siempre fiel a esta decisión!

DÍA TERCERO

Jesús, yo renuncio a todo pecado, renuncio a Satanás y a todas sus seducciones, a sus mentiras y
engaños. Renuncio a cualquier ídolo e idolatría. Renuncio a mi falta de perdón y a mi rencor. Jesús,
Tú nos has llamado a amar. Hoy reconozco ante Ti la fragilidad de mi amor. Libérame de todas las
heridas provocadas por el desamor, heridas que me impiden amarte a Ti, mi Señor. María, Madre del
Perpetuo Socorro, por tanto, tiempo conviviste día tras día con Jesús, eres Tú quien mejor lo conoce.
Ayúdame a hacer a un lado todo lo que obstaculiza mi encuentro con Él. María, con tu oración,
alcánzame la gracia que la Palabra de Jesús me conmueva; que su amor me incite a amar y que su
perdón me haga capaz de perdonar.

DÍA CUARTO

Te pido, Señor, por todos aquellos que, habiéndose vuelto hacia mí, en busca de amor y
comprensión, quedaron paralizados ante la oscuridad que encontraron en mi mirada, llena de
egoísmos y soberbia. ¡Permite, Jesús, que, de ahora en adelante, tu rostro y tu luz brille a través de
nosotros para iluminar a toda la humanidad! Gracias por aquellos que en este día socorren a sus
hermanos y hermanas más rechazados y que al hacerlo, te aman a Ti en ellos. María, Madre del
Perpetuo Socorro, alcánzanos con tu oración el regalo maravilloso de que el rostro de Jesús se
refleje en todos los que oramos y meditamos con esta novena. Yo sé, que éste también es tu deseo.

DÍA QUINTO

Padre bueno, concédeme tu gracia para que pueda desde ahora llenarme de gozo, mientras me
preparo a encontrarme contigo, en el SACRAMENTO DE LA RECONCILIACIÓN (como fruto de esta
novena, una buena confesión). Haz que desaparezcan en mí todo miedo y vacilación, de tal suerte
que sepa cómo debo confesar mis pecados. Envía tu Espíritu sobre mí, para que los recuerde todos
y sienta dolor por ellos. Dame el valor para no mantener en secreto ningún pecado, abriendo mi alma
ante Ti con toda sencillez y sinceridad. Nuestra Señora del Perpetuo Socorro, Madre de la
reconciliación y la paz, como hijos tuyos nos has invitado a reconciliarnos con el Padre. Gracias
porque muchos en Buga y en el mundo entero acuden contentos a reconciliarse con Dios a través de
la sagrada Confesión. Gracias, Madre, porque muchos han encontrado por este medio la paz interior
y la libertad. Haz que despierte en mí la conciencia de mi responsabilidad, conmigo mismo y con los
demás, y particularmente con los planes que el Padre me revela por medio tuyo.

DÍA SEXTO

Señor, haz que el fuego de tu amor y la gracia de tu sanación iluminen mi oscuridad y derritan el
hielo del mal que aún habita en mí. Renueva completamente mi capacidad de amar. Que, a partir de
ahora, pueda amar yo a los hombres con todo mi corazón, incluso a aquellos que me han lastimado.
Muy a menudo he sido incapaz de perdonar las injurias de los demás. Perdona Señor, las veces que
me he agobiado a mí mismo y a otros también, con la envidia y los celos. ¡Cúrame de la ausencia de
Dios en mis pensamientos, palabras y obras! María, tú eres la Madre del Perpetuo Socorro. Después
de haberme encontrado con tu Hijo, deseo caminar junto a ti el resto de mi vida. Con tu oración,
alcánzame la gracia de vivir siempre en la luz y transmitirla a otros. Gracias por la ayuda que me has
ofrecido y por la confianza que has puesto en mí, al enviarme a dar testimonio de tu Hijo a los
demás.

DÍA SÉPTIMO

Jesús, Tú abriste un nuevo camino de salvación, cuando te abstuviste de responder a las injurias;
cuando no buscaste vengarte de lo que hicieron contigo. Tus sufrimientos nos redimieron a nosotros
los seres humanos, porque Tú amaste en el sufrimiento y sufriste en el amor. Perdóname Jesús,
porque con mi comportamiento he clavado a otros en la cruz del oprobio; porque con mi ira he
provocado en otros el temor y la ansiedad; porque con mi rencor he cerrado la puerta de mi corazón,
impidiendo a otros la entrada. ¡Redímeme, Señor, ¡de mis deseos injustos y de los hábitos
perniciosos que me crucifican! ¡Oh Jesús, redime a los pobres que han sido clavados a la cruz de la
indigencia, a causa de la explotación y el indigno comportamiento de los poderosos! Redime a todos
los hijos que son crucificados por el comportamiento de sus padres. Redime, Jesús, cualquier
crucifixión y tensión que exista entre los gobiernos y los pueblos.

¡Ayúdanos, en cambio, a crucificar toda pasión, toda ira, toda soberbia, para que en su lugar puedan
nacer la paz y el amor, la reconciliación y la comprensión! María, Madre del Perpetuo Socorro, en tu
corazón resonó el eco de cada uno de los golpes del martillo que hundió los clavos en las manos y
en los pies de Jesús. Lo soportaste y no te derrumbaste. ¡Gracias por amarme y porque deseas
conducirme a la salvación! ¡Madre, ayúdame a destruir todo aquello que me crucifica interiormente y
con lo que crucifico a los demás, para que de ahora en adelante sea yo crucificado sólo por el amor
a los demás!
 

DÍA OCTAVO

Señor, perdona a todos aquellos que están estancados, que no intentan cambiar y persisten en sus
traiciones. Te doy gracias, Jesús, porque Tú perdonaste a los que te traicionaron, a los que te
negaron. Perdóname también a mí, Señor. Perdónanos todos los besos con los que te hemos
traicionado, por cada una de las palabras que hemos pronunciado con mentira.

Señor, aquí estoy frente a Ti. Sé que no me condenas, ni buscas encontrar mi culpa, sino que
quieres limpiarme de ella. Gracias, Señor. ¡Lamento en este momento las veces que he condenado a
otros, las veces que he hablado mal de mi prójimo; las veces que he permanecido callado ante las
injusticias y el daño cometido contra otros!

María, Madre del Perpetuo Socorro, tú escuchaste la condenación a muerte que fue dictada contra
Jesús. Y sin embargo, tú no condenaste a nadie. ¡Quédate junto a mí y junto a todos tus hijos e hijas
que meditan con esta novena!

DÍA NOVENO

Padre, tú me creaste de tal manera que fuera capaz, por medio de mi amor a Ti y a mi prójimo, de
alcanzar la felicidad aquí en la tierra y después contigo en el cielo. Renuncio a cualquier antipatía y
rencor, a cualquier odio, a todo mal modo, a toda blasfemia mía o de otros y me decido por el amor.
Al terminar esta novena envía tu Espíritu sobre mí, para que pueda amarte con todo el corazón.
Dame mucho amor, para que pueda amarte en toda persona y en toda criatura. Te doy gracias
porque tu Hijo Jesucristo entregó su vida por mi amor y así lo contemplo en esta imagen sagrada del
Señor de los Milagros de Buga.

Madre de nuestras familias, gracias por haber vivido en la unidad de la Sagrada Familia y por
enseñarnos que es posible vivir unidos y con amor. Intercede por nosotros y ruega a Dios por
nuestras familias. Gracias por ser nuestra Madre.

GOZOS

Milagroso buen Jesús Sálvenos tu Santa Cruz, Bondadoso buen Jesús, eres vida, gozo y luz.
1. Para salvar tus corderos te llamaste Buen Pastor, y con ese inmenso amor cruzaste nuestros
senderos, Dios y Hombre verdadero: nuestra guía y nuestra luz.

2.  El Reino fue tu programa, la justicia y la hermandad, la paz y la caridad que un nuevo mundo
proclama y que el corazón inflama, peregrino de Emaús.
3. Admirable caridad de una indígena sencilla, que te obliga -oh maravilla- a volver una vez más para
mostrar tu bondad, amable y dulce Jesús.

4. Tras la noche más oscura se hace el mundo luminoso porque el Cristo Milagroso -como un astro
de luz pura- sobre los pueblos fulgura desde el árbol de la cruz.

5. Multiplicas los portentos como en tu vida terrena, cambias en gozo las penas y en gracia los
sufrimientos, a los tristes das contento y pan a la multitud.

6. Vamos haciendo camino entre gozos y dolor. Mira al pueblo en aflicción, Samaritano Divino, y que
tu aceite y tu vino hagan fecunda la cruz.

7. Oh Profeta de la vida, pregonero de la paz, concédenos superar la violencia fratricida. Cambia,
Señor, las heridas en justicia y rectitud.

ORACIÓN DE CONSAGRACIÓN

Señor de los Milagros, porque te amo, he venido a visitarte para alabarte, para bendecirte, para darte
gracias por tantos favores como me has concedido. Señor de los Milagros, porque te amo, yo me
arrepiento de todos los pecados que he cometido y con los cuales te he crucificado de nuevo en mi
corazón; yo te prometo comenzar desde hoy una vida nueva. Señor de los Milagros, porque te amo
quiero amarte presente en cada uno de mis hermanos. Señor de los Milagros, porque te amo, he
venido a suplicarte como el leproso del Evangelio: «Señor, si quieres, puedes curarme» (Mc1,40).
Cúrame, Señor, de la enfermedad del pecado y de las demás enfermedades que me hacen sufrir.
Señor de los Milagros, porque te amo, yo me consagro a tu servicio con mi familia, con mis seres
queridos, con mis trabajos, mis problemas y mis alegrías. Señor de los Milagros, porque te amo, yo
quiero vivir siempre contigo durante la vida para vivir siempre contigo en el cielo. Oh María, Madre
del Perpetuo Socorro, presenta tú misma esta consagración a tu divino Hijo. Amén.

ORACIÓN A LA VIRGEN

Virgen Santísima, socorro perpetuo de las almas que se acogen al amor maternal: dígnate a pedir
por mí a tu santísimo Hijo y Señor nuestro Jesucristo, para que le sean agradables todos mis
pensamientos, palabras y acciones de este día y toda mi vida. Acepta, ¡Oh tierna madre mía! el corto
obsequio que te ofrezco, y alcánzame el favor que en ella te pido, si conviene para mayor gloria
suya, honra nuestra y bien de mi alma. ¡Oh Madre del Perpetuo Socorro! Yo os consagro mi cuerpo
con todos sus sentidos, y mi alma con sus potencias. De aquí en adelante quiero serviros con fervor,
invocaros sin cesar y trabajar por ganar corazones que os amen. ¡Oh Madre mía! Haced que no
pase día alguno de mi vida sin que os invoque con amor filial. Amén.

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