Los hallazgos en torno a la cultura Caral han ido acompañados de continuas sorpresas, muestra del avanzado conocimiento tecnológico y científico de este pueblo que erigió construcciones sismorresistentes. (Foto: Flickr)
Los hallazgos en torno a la cultura Caral han ido acompañados de continuas sorpresas, muestra del avanzado conocimiento tecnológico y científico de este pueblo que erigió construcciones sismorresistentes. (Foto: Flickr)

Ni armas ni murallas. La civilización , la más antigua de , no dejó vestigios bélicos, lo que prueba que la paz reinó en este pueblo asentado en el prehispánico y sus coetáneos, develó la responsable del yacimiento -en el que todavía abundan los misterios- tras casi tres décadas de estudio.

“No hemos encontrado ninguna ciudad amurallada, cosa que sí ha habido en otras partes del mundo, ni tampoco armas. La relación siempre ha estado vinculada con el intercambio de productos y conocimientos con otros pueblos”, dijo la directora de la Zona Arqueológica Caral, Ruth Shady Solís, en una rueda de prensa.

El Valle Lupe, situado en el norte de Lima, es una zona de sierra cercana a la costa y no lejos de la selva, que albergó a la civilización Caral desde el año 3,000 hasta el 1,800 a. C., aproximadamente.

Shady llegó en 1994 a este valle, con una curiosidad latente que la hacía estar segura de que bajo los enormes montículos de tierra que parecían colinas, se encontraban edificios de una cultura préhispánica.

Lo que descubrió entonces fue mucho más allá, ya que el valle está sembrado de 25 sitios que constan de pirámides cuadrangulares, plazas redondas e innumerables restos como entierros, herramientas y estatuillas que han ayudado a comprender a una cultura con un alto desarrollo científico y conexiones con pueblos cercanos.

“Misiones de paz” en el continente

La atmósfera pacífica que rodeó a esta civilización propició, según indicó Shady, “una relación intercultural con pueblos de (los actuales) Ecuador, Bolivia o Chile, pero siempre con misiones de paz”.

La arqueóloga, quien descubrió y nombró esta civilización, destacó que hay mucho que aprender de la visión “del vivir bien” que tuvo la cultura Caral respecto a sus vecinos y la naturaleza que le rodeaba.

“Fue una sociedad que ha sabido vivir en armonía con la naturaleza, con los cerros, la tierra se llamaba Pachamama, el agua de los ríos Mamacocha, eran deidades a las que se debía respetar”, sostuvo al hacer balance de los 28 años de investigación que ha liderado.

Los hallazgos en torno a la cultura Caral han ido acompañados de continuas sorpresas, muestra del avanzado conocimiento tecnológico y científico de este pueblo que erigió construcciones sismorresistentes.

El equipo liderado por Shady ha descubierto numerosos altares con importantes fuegos dentro de edificios que funcionaban bajo conductos subterráneos gracias a la mecánica de fluidos y también se han encontrado maquetas de centros urbanos, que demuestran el planeamiento y organización con la que contaban.

Además, demostraron saber aprovechar los recursos naturales como el sol y viento para secar la anchoveta, un bien que luego intercambiaban en mercados y ferias con otros pueblos.

Que en un país con una actividad sísmica tan presente como es Perú, hayan permanecido en pie edificios de varias plantas por miles de años es un misterio que tiene respuesta, ya que estos estaban diseñados con una tecnología especial a prueba de terremotos.

“No le damos suficiente atención a lo que hemos heredado”, sentenció Shady al explicar que misiones de investigación japonesas quedaron igualmente asombradas por Caral.

Otro de los descubrimientos más sobresalientes de esta cultura es el algodón alterado genéticamente para obtener colores diferentes, algo que no se ha observado en ninguna otra civilización del mundo, explicó Shady.

Arqueología con enfoque integral

La arqueóloga insistió en que, durante las casi tres décadas que tiene el proyecto, el equipo no se ha limitado a excavar y estudiar los restos de la cultura Caral, sino también a visibilizar la pobreza de muchas comunidades que habitan el mismo valle que sus antepasados.

Denunció la falta de planificación del territorio, con la que sí contaba hace miles de años, el mal manejo de los recursos hídricos, la desertificación de los suelos y la pérdida de los valores tradicionales que sí se conservan en otras partes del país.

“Es muy importante que la historia de esta civilización se transmita a las nuevas generaciones, porque fomenta una identidad cultural que nos falta a los peruanos”, concluyó Shady.

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