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La Música Coral en la Iglesia

Luis Olivieri

La música vocal ha tenido siempre un lugar prominente en la adoración a Dios. El Antiguo Testamento está lleno de referencias al uso de grupos de cantores de entre los levitas en los servicios del templo. En la iglesia cristiana se adoptó desde sus comienzos la práctica del canto congregacional y desde el siglo IV la iglesia comenzó a adiestrar a grupos corales para ayudar en la celebración del servicio. Se establecieron escuelas corales y se le dio al oficio de los cantores condición de ministerio menor en la iglesia. A través de la historia los coros han conservado en mayor o manor grado la función de liderato musical en el servicio tanto en el canto congregacional como en las partes propiamente corales.

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La función del coro de la iglesia así como de toda la música sagrada ha de verse desde la perspectiva de que su objetivo es glorificar a Dios y edificar a ios fieles.

El coro como parte de la congregación adora con ella y cada vez que canta eleva la alabanza de toda la iglesia. Está allí para participar, contribuir y ayudar en el ofrecimiento de la alabanza, la confesión, la proclamación y el servicio de la comunidad que adora. Este es el carácter de su ministerio el cual conlleva un alto sentido de compromiso, algo que los coralistas junto al director del coro deben entender cuando aceptan ser miembros del coro. Este ministerio puede describirse como uno pastoral y profótico. Es pastoral en el sentido de que el coro sirve como recurso, líder y facilitador en la adoración. Es profótica por la función procla- madora de su participación presentando la Palabra en la forma artística de la música coral.

Si entendemos de esta forma la función coral en el servicio tenemos que descartar la idea de que el coro y la música están para “em bellecer el culto. Un poco de reflexión nos permitirá entender que la Palabra de Dios y la adoración a Dios no necesitan “embellecim iento” para que sea efectiva. Sin embargo, la música sí puede revelarlas bellezas que ya son inherentes en el divino Creador de toda belleza y en su Palabra.

Una responsabilidad coral relacionada con su función en la adoración es la de proveer liderato al canto congregacional ensenando buenos y nuevos himnos a la congregación, apoyándole y ayudándole a participar activa y adecuadamente en el cántico de los himnos. La participación del coro en la adoración no debe monopolizar la música vocal del servicio sino que debe com partir esta tarea con la congregación. De vez en cuando el coro puede hacer una pieza en la cual la congregación también pueda participar si se planea con anticipación y se adiestra a la congregación para este fin. Generalmente donde hay un buen coro hay también buen canto congregacional, cuando el coro sirve de facilitador al mismo. Es una tarea que debe ser parte fundamental del ministerio coral.

Además de sus funciones pastorales y profóticas en el servicio de adoración, el coro está llamado a proclamar, celebrar y dar testimonio de la fe a través de otras experiencias como ios conciertos sagrados y la presentación de cantatas y obras dramático-musicales, particularmente en ocasión de las principales festividades del año cristiano y otras celebraciones y actividades del pro-

^ram a de evangelización y educación cristiana de la iglesia. Esto nos lleva a pensar en la definición que del coro nos ofrecen Lovelace y Rice en su libro

Music and Worship In the Church,

como “un grupo de personas dedicado que ha aceptado gozosamente las oportunidades que provee el coro para adelantar el reino de Dios.”

El coro no sólo contribuye con su ministerio al enriquecimiento de la experiencia de adoración y al desarrollo espiritual de la congregación sino que también es de bendición a los mismos cora- listas. Ofrece una oportunidad de desarrollo a la expresión artístico-religiosa del talento vocal a la vez que el coralista crece y madura en su vida en la comunidad de fe y adoración. Esto guarda una relación muy estrecha con otro aspecto significativo del ministerio coral. El coro también funciona como una fraternidad redentiva que en el compartir de su dedicación, compromiso y comprensión cristiana, desarrolla entre sus componentes unas relaciones de hermandad caracterizadas por un pensamiento, sentimiento y acción común que también se transmite a toda la congregación. Naturalmente que el director del coro, el pastor y los coralistas han de preocuparse porque el coro en vez de ser un centro de conflicto sea uno de unidad y madurez cristiana.

No nos parece difícil que en cada iglesia haya por lo menos un grupo coral, de acuerdo con su realidad y necesidad particular y los recursos disponibles. Hay que descartar la idea de que un coro es un grupo que solamente canta a voces. El diccionario Grove’s define el coro como un “grupo de cantantes que cantan juntos ya sea unísono o a voces.” No todos los coros tienen que estar compuestos de cuatro voces mixtas, (SATB). Cuando las voces masculinas escasean será prudente crear un coro mixto a tres voces, (SAB). En las iglesias donde no hay suficientes voces para coros mixtos a voces, la solución será un coro a unísono o a dos voces, lo cual puede ser tan bueno y efectivo como uno que cante a tres o cuatro voces. Estos coros mixtos pueden estar compuestos de voces adultas y jóvenes, dando así una participación amplia a todas las personas con talento e interés vocal.

Otro tipo de coro que puede ser de mucho valor en el ministerio musical de la adoración y la educación cristiana de la iglesia es el coro de niños. Será prudente en algunas ocasiones comenzar con un coro a unísono si no se cuentan con los elementos necesarios para desarrollar uno a voces. Es de suma importancia que el liderato de este tipo de coro esté en manos de personas preparadas en el adiestramiento de las voces infantiles y que puedan enseñar un repertorio adecuado a la voz y a la experiencia religiosa de los niños.

Para la realización de su ministerio los coros deberán desarrollar un repertorio que responda a las necesidades de la adoración y a los programas de evangelización y educación cristiana de la iglesia. Se dará también importancia la selección de aquella música que sea relevante para la madurez espiritual y el desarrollo estético del coro y la congregación. El coro tiene la responsabilidad de guiar a su membresía y la iglesia en la apreciación de la mejor música religiosa. Debe ser un repertorio variado en estilos, compositores y épocas, dando énfasis a la música compuesta en el lenguaje poético, teológico y musical del presente. Esta música debe estar a tono con los elementos del culto, los temas de la predicación, las lecciones dominicales, las festividades del año cristiano y la ocasión en que se interpreta.

Un buen coro de iglesia estará constantemente renovándose en su formación espiritual, litúrgica y musical. Es necesario que con frecuencia el coro tenga oportunidad, aparte de sus ensayos regulares, para reflexionar sobre su ministerio, sobre su vida de adoración, y el significado de ésta en la iglesia. No debe pasar el año sin que haya una autoevaluación de su labor, preguntándose hasta dónde está sirviendo con efectividad. También hay que dar atención a la calidad musical a través de talleres que ayuden a ampliar y mejorar las destrezas musicales de los coralistas. Sólo de esta manera podrá responder adecuadamente a los retos de su ministerio en la adoración y la vida de la iglesia a la cual sirve y al Señor a quien adora.

Tom ado de

Preludio: M úsica y Adoración

Vol. 3, No. 4, pp. 26-27