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¡Es mentira!
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¡Es mentira!

Actualizado 14/10/2022 08:26
Manuel Rodríguez Fraile

Expresión o manifestación contraria a la verdad, a lo que se sabe, se cree o se piensa, así define la Real Academia de la Lengua la palabra ‘mentira’. Y como sinónimos parciales apunta: embuste, bola, bulo, calumnia, coba o falacia.

Desde la necesidad de mentir para ocultar una posición estratégica o para lograr un bien mayor que aceptaba algunos pensadores de filosofía política como Maquiavelo, hasta la que se hace por cobardía o la "mentira piadosa" de Platón, mucho se ha dicho y escrito sobre la mentira, y parece que las hay de muchas tipologías y múltiples grados.

San Agustín[1] distingue ocho tipos de mentiras: las mentiras en la enseñanza religiosa; las mentiras que hacen daño y no ayudan a nadie; las que hacen daño y sí ayudan a alguien; las mentiras que surgen por el mero placer de mentir; las mentiras dichas para complacer a los demás en un discurso; las mentiras que no hacen daño y ayudan a alguien; las mentiras que no hacen daño y pueden salvar la vida de alguien, y las mentiras que no hacen daño y protegen la "pureza" de alguien. Mark Twain[2] las reducía a 3: La mentira, la maldita mentira y las estadísticas. La ‘marga ancha’, de Agustín, que llegaría a ser Obispo de Hipona, deja amplias grietas al hecho de mentir por el que pueden colarse multitud de expresión o manifestación contraria a la verdad. También a ironía Twain sobre las estadísticas. Es decir, se puede mentir por tantas razones que da la impresión de que se trata de un hecho trivial sin la menor importancia, pero detrás de una mentira puede esconder algo oscuro o ser únicamente lo que llamamos una ‘mentirijilla’, se puede mentir por necesidad (para salvar la vida) o sin ella (¡Estoy allí en 5 minutos!).

Probablemente la política sea el ámbito de la vida pública en el que más se miente, porque el uso interesado, y en muchas ocasiones intencionado, de las mentiras da para mucho lo que tiene un delito mayor ya que se trata de discursos muy bien pensados y en rara ocasiones fruto de la improvisación.

Grandes mentiras fueron la existencia de armas de destrucción masiva con la el entonces presidente de los estados Unidos de América pretendió justificar la invasión de Irak, de igual modo que tratar de adjudicar la autoría a ETA de los atentados del 11M de 2004 en Madrid o la mentirosa excusa de proteger a la población de habla rusa que ha utilizado el Presidente Putin para invadir Ucrania. Y en ámbito español, por ejemplo es una descarada calumnia llamar ‘golpista’, ‘usurpador’ o ’ilegítimo’ al gobierno de Pedro Sánchez pues es el resultado de unas elecciones democráticas cuyos resultados pueden parecer bien o mal pero es completamente legal y constitucional. Como también lo es culpabilizar a los inmigrantes de todos los males de este país cuando sólo hay que consultar los datos disponibles o acusar al Gobierno de enriquecerse con los impuestos de los hidrocarburos y de la luz, como el Señor Feijóo afirmó hace poco, públicamente y sin rubor alguno. Feijóo mintió y además sabía que lo estaba haciendo. Václav Havel, último presidente de Checoslovaquia y primer presidente de la República Checa dijo: La primera pequeña mentira que se contó en nombre de la verdad, la primera pequeña injusticia que se cometió en nombre de la justicia, la primera minúscula inmoralidad en nombre de la moral.

Todos aceptamos que en una sociedad en la que nadie nunca pudiera mentir sería imposible la convivencia. Desde pequeños nos enseñan a mentir, a decir eso que llaman ‘mentiras blancas’: No le digas a la tía Paquita que esta gorda, dile que la ves muy bien; Si te pregunta el abuelo, dile que el regalo te ha gustado mucho o dile a la (pesada de, esto se omite) vecina que estoy en la ducha y no puedo salir…

Kang Lee, director del Grupo de Investigación de Desarrollo Infantil en la Universidad de Toronto, defiende que socializar es aprender a mentir, y más o menos viene a decir que si queremos ser una sociedad próspera y en paz, tenemos que aprender a mentir, porque somos seres sociales y tenemos que convivir con los demás. Pero todo tiene un límite o debiera tenerlo. En mi opinión, la intencionalidad y, sobre todo, los negativos efectos que para otros o para nosotros mismos (también existe el autoengaño) pueda tener una mentira podrían estar entre los límites adecuado.

Es mentira que no te haya mentido, es mentira que no te mienta más, es mentira que un bulo repetido merezca ser verdad. Es una gran mentira que mientan los boleros, non e vero que nos dieran las diez, es mentira que sea un caballero cuando nadie me ve. Pues así lo canta Joaquín Sabina.

[1] Teólogo y filósofo del siglo IV, que se convirtió al cristianismo tras escuchar una voz que le dijo ¡Toma y lee! Tras leer la Biblia y las cartas de San Pablo se convirtió en el máximo pensador cristiano del primer milenio.

[2] Escritor, autor de Las aventuras de Tom Sawyer y de Huckleberry Finn, entre otras muchas obras.

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