Te daré lo mejor de mi adoraciónMuestra

Vivo para ti

Quiero decirte Dios, que vivo para ti

Si tú no estás en mí, no puedo vivir

Todo el amor de Dios derramado a favor nuestro, al punto que estando muertos en nuestros delitos y pecados, nos dio vida. El Padre nos trasladó de la potestad de las tinieblas al reino de su amado Hijo, nos adoptó hijos suyos, nos hizo templos vivos del Dios Santo. Tenemos vida en Él y por Él. No existe otra forma de tener vida espiritual, sino en Cristo.

¿Cómo no agradecerle? ¿Cómo no apasionarnos por Él? ¿Cómo no adorarlo? Cuando estamos agradecidos por la gracia con la cual nos amó, perdonó y transformó. Mucho dolor, angustia y temor existe en el mundo, por problemas sociales, problemas económicos, problemas morales, problemas del alma, pero Dios nos guarda de él y nos da sosiego, fortaleza y paz. En Él podemos descansar, en Él podemos estar seguros, en Él podemos decidir tener sentido y propósito.

Si vivimos, para Él vivimos, si morimos, para Él morimos. Sea que vivamos o que muramos del Señor somos. Y esa es la mejor expresión de un hijo de Dios que ha entendido el propósito que lo trajo a existencia; que ha entendido que su vida tiene sentido porque Dios preparó de antemano las buenas obras, sobre las cuales debe caminar mientras está aquí en la tierra.

Vivo para ti, mi Dios, mi Padre. Cada minuto, cada instante, mi amado, vivo para ti, mi Cristo. No hay tiempo, no hay existencia sin ti. Porque Cristo lo llena todo en todos. Todo está sometido bajo sus pies y su gobierno es real. Vivir, solo tiene sentido y propósito en Cristo. Fuera de Él tan solo es un paso de tiempo insulso y vano. Porque lo terrenal, se termina. Las posesiones se acaban. Pero lo espiritual, es eterno. Tu naturaleza divina no se acaba. Lo grandioso de tu ser, Cristo, ahora en mí, cambiándolo todo. La verdadera vida, ahora en mí. Permanentemente en mí. Permanentemente en cada hijo. Sin más demora, es tiempo de manifestar lo que por gracia recibí: Cristo.

¡Alabemos al maravilloso Cristo! ¡Gocémonos en su amor! ¡Gocémonos en su vida! El verdadero gozo, que enfrenta circunstancias, las somete y las gobierna. Porque es el gozo del Espíritu Santo, que gobierna desde los lugares celestiales.