“Sígueme”

Andando Jesús junto al mar de Galilea, vio a dos hermanos, Simón, llamado Pedro, y Andrés su hermano, que echaban la red en el mar; porque eran pescadores. Y les dijo: Venid en pos de mí, y os haré pescadores de hombres. Ellos entonces, dejando al instante las redes, le siguieron. Pasando de allí, vio a otros dos hermanos, Jacobo hijo de Zebedeo, y Juan su hermano, en la barca con Zebedeo su padre, que remendaban sus redes; y los llamó. Y ellos, dejando al instante la barca y a su padre, le siguieron (Mateo 4:18-22).

La elección de los doce apóstoles fue un reclutamiento inusual—por no decir nada más. Jesús escogió a dos hermanos que eran compañeros de trabajo en la industria galilea de pesca (Lucas 5:10). Escogió a un cobrador de impuestos llamado Mateo (Mateo 9:9) y a un zelote llamado Simón (Lucas 6:15), lo cual habrá generado algunas conversaciones “interesantes” ya que los zelotes odiaban grandemente a los cobradores de impuestos. Jesús incluso escogió a un hombre que sabía que Le traicionaría al final (Juan 6:64). Se conoce a muchos de los apóstoles solamente por nombre, y solamente la mitad de ellos tienen algún rol en alguna conversación en las narraciones de los Evangelios. Parece que cada uno de estos hombres se convirtió en discípulo en respuesta a la invitación simple: “Sígueme”.

Hubo muchos que siguieron a Jesús aparte de los doce apóstoles. Mateo registra que justo después que Jesús llamara a los primeros apóstoles, “le siguió mucha gente de Galilea, de Decápolis, de Jerusalén, de Judea y del otro lado del Jordán” (Mateo 4:25). Incluso después del Sermón del Monte, en el cual Jesús presentó un concepto radicalmente diferente en cuanto a la justicia, el cual muchos todavía consideran misterioso u ofensivo, “le seguía mucha gente” (Mateo 8:1). Sus seguidores también incluyeron a algunos de entre aquellos que llegaron a ser Sus adversarios más ardientes. Mateo registra que cierto escriba llegó donde Jesús y le dijo: “Maestro, te seguiré adondequiera que vayas” (Mateo 8:19).

En vez de avivar la llama de Su popularidad inicial, Jesús Se aseguró de que Sus futuros discípulos entendieran desde el comienzo lo que implicaría seguirle. Él dijo: “Las zorras tienen guaridas, y las aves del cielo nidos; mas el Hijo del Hombre no tiene dónde recostar su cabeza” (Mateo 8:20). Cuando un hombre Le dijo que Le seguiría después de enterrar a su padre, Jesús le dio una respuesta que parece un poco dura: “Sígueme; deja que los muertos entierren a sus muertos” (Mateo 8:22). ¡Cuán apropiado fue que Su viaje inicial con Sus discípulos a través de Galilea también fuera un tiempo tempestuoso (Mateo 8:23-27)! Los doce apóstoles necesitaban saber que el discipulado no sería un “viaje placentero”, pero que a la vez siempre estarían a salvo mientras el Maestro estuviera con ellos.

Si escogemos seguir a Jesús, Él nos guiará—como el Buen Pastor (Juan 10)—“junto a aguas de reposo”  (Salmos 23:2) y “por sendas de justicia” (vs. 3). Sin embargo, también nos guiará “en valle de sombra de muerte” (vs. 4). Pero incluso en el valle tenebroso, no debemos temer el mal—ya que tenemos la seguridad de que el Señor está con nosotros, y sabemos que debemos caminar a través de tales valles si esperamos llegar al lugar donde el Pastor ha preparado una mesa para nosotros (vs. 5).

¿Seguirá a Jesús en tiempos tempestuosos como Le sigue en tiempos de calma? ¿Le seguirá cuando es poco popular, o será parte de las multitudes que venían y se iban rápidamente? ¿Le seguirá “de lejos”—de la manera que Pedro Le siguió cuando el fin era incierto (Mateo 26:58)? Cuando la tempestad llegó en el primer viaje, abandonar al Maestro no era una opción (no había ningún otro lugar al cual ir), pero las oportunidades para huir fueron muchas en el futuro. Jesús quiere que sepamos desde el comienzo que habrá tempestades en la vida, pero también quiere darnos la seguridad de que siempre estaremos seguros mientras escuchemos Su voz tierna y vayamos donde Él nos guía.