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Pequeña guía de La Albufera valenciana: el ‘charco’ prodigioso del levante español

Barca en La Albufera. Este rincón valenciano conjuga una naturaleza mayúscula y una riquísima cultura vinculada al agua.

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A 15 kilómetros de una de las grandes metrópolis españolas. A apenas un suspiro. La Albufera es mucho más que uno de los espacios naturales más sorprendentes e imponentes del levante peninsular. Sus números, como ecosistema, asombran. Lo primero su propia existencia. Una enorme laguna de agua dulce separada apenas por unos centenares de metros de arena que la encierran y alejan las aguas de mar. Las desembocaduras del Júcar y el Turia alimentan constantemente la laguna a través de un complejo sistema de canales y golas (bocas) que inyectan el agua necesaria para mantener un inmenso humedal de más de 21.000 hectáreas. La laguna apenas alcanza una profundidad media de un metro, pero las aguas se acumulan por una superficie de unos 24 kilómetros cuadrados y dan de beber a un gigantesco complejo de espacios naturales y tierras de cultivo (arrozales en su inmensísima mayoría) que superan los 200 kilómetros. El nombre es contradictorio ya que el término albufera alude, en lengua árabe a un mar pequeño. Pero la Albufera valenciana dejó hace muchos años de tener contacto con el mar: según las tradiciones desde tiempos de romanos, que fueron los responsables de cerrar los contactos entre ambas realidades. Pero la realidad es que la creación de este verdadero universo se originó gracias al aporte paciente de sedimentos de los ríos Júcar y Turia y de un sinfín de pequeños arroyos, ramblas y barrancos que desaguan aquí. El resultado, uno de los parajes naturales más intensos del Mediterráneo español.

Pero La Albufera es mucho más que un ecosistema único en el que conviven plantas y animales (entre las que destacan más de 300 especies de aves que viven aquí durante todo el año o usan el espacio como lugar de paso o cría durante sus viajes migratorios). Es un espacio humano. Los ríos y barrancos crearon este estuario, pero fueron las mujeres y los hombres los que conformaron la actual albufera. Cerraron los accesos al mar, crearon un sinfín de canales y golas que sirven para llevar el agua de un lado a otro; convirtieron los limos en campos de cultivo y arrozales y crearon una inmensa cultura del agua que tiene consecuencias materiales (acequias, canales, golas, presas…) e inmateriales como los famosos tribunales de aguas valencianos. Por eso creemos que la mejor manera de adentrarse en este universo es el pueblo.

La manera más cómoda de llegar hasta el Palmar es desde Sollana. Una pista de asfalto conduce desde aquí hasta El Palmar adentrándose en un paisaje dominado por el arrozal que, en esta parte de La Albufera, lo cubre todo. No es mala idea hacer un pequeño desvío y visitar la Torre mirador del Tancat de Mília (tienes un pequeño tranco de tierra en buen estado para llegar) antes de seguir hacia adelante. Apenas son un par de kilómetros y te permite acercarte al agua en una zona en la que hay muy poco turismo. Los miradores sirven para acercarse al agua sin ser vistos por la avifauna pero, también, para tener una perspectiva desde las alturas de toda la laguna. Aquí te vas a dar cuenta de las dimensiones del lugar. Es una buena introducción antes de llegar a El Palmar y pasear por sus canales, ver los embarcaderos desde dónde salen las excursiones en barca y poder disfrutar de las antiguas barracas, casas tradicionales con techos de cubierta vegetal que son típicas de la zona (las construcciones de cañas y barro que inmortalizara el genial Blasco Ibáñez en su novela La Barraca). El Palmar es un lugar bastante animado.

Tiene una bonita e interesante iglesia (la Parroquia del Niño Jesús del Puerto) y un abigarrado casco urbano en el que pueden verse algunas de esas viejas barracas. Es un lugar que de día es un hervidero de visitantes: pero que después de las seis o siete de la tarde es un oasis de tranquilidad. Cuando los restaurantes especializados en paellas (aquí está el mítico Pasqualet -Carrer de Francisco Monleón, 12; Tel: (+34) 961 620 341-cierran y el bullicio se despeja, uno puede sentir como late La Albufera a través de los sonidos de ranas, aves de todo tipo, el chapoteo de los peces… Una maravilla. Si piensas quedarte alguna noche en el entorno, este es el lugar. Eso sí, lleva una buena provisión de repelente de mosquitos. No dejes de ir a ver la Trilladora del Tocaio (Embarcadero de El Palmar) una antigua instalación agrícola dónde se separaba el arroz y se lo preparaba para su envase. Llevan años diciendo que se va a convertir en una especie de museo. Justo en frente hay una piscifactoría que se encarga de darle un respiro a las especies que pueblan estas aguas. La gran animadora del cotarro es la anguila: no sólo es una especie de suma importancia para el ecosistema; también es el ingrediente fundamental del l’all i pebre, plato estrella de la gastronomía local (con permiso de las paellas y los diferentes arroces).

Entre El Palmar la Playa de El Saler (a dos pasos ya de las calles de Valencia capital) se concentra toda esta cultura material e inmaterial relacionada con La Albufera. La primera parada imprescindible del paseo es el Centro de Interpretación Racó de L'Olla (Carrer de Vicent Baldoví). Aquí se acumulan las cosas que ver. De puertas adentro, el centro de interpretación ofrece una exposición muy completa sobre el funcionamiento del ecosistema lacustre y toda la cultura que se ha desarrollado en sus orillas. Pero lo mejor está puertas afuera: puedes acceder a un par de puntos de observación de aves y sumergirte de lleno en la Devesa del Saler, un pinar costero de unas 800 hectáreas que puede visitarse casi en su totalidad a través de un sendero autoguiado. El agua vuelve a tomar protagonismo en tres lugares: el Lago Pujol es una pequeña laguna de aguas salobres justo en medio de la barra de arena que encierra a La Albufera –es el mejor lugar para ver flamencos-; ahí mismo está la Gola de Pujol, el canal principal de desagüe de toda la laguna y después, tienes el mar. Es un lugar muy bonito que conviene visitarse con tranquilidad.

Los puertos de la orilla norte.- Nos salimos  una vez más de los circuitos habituales. La inmensa mayoría de los que se acercan hasta aquí se quedan en el entorno El Saler-El Palmar. Pero, como te decíamos antes, La Albufera es un enorme complejo que abarca más de 300 kilómetros cuadrados y hay muchísimas cosas que pasan inadvertidas. Y las que más nos sorprendieron son los puertos de la orilla norte. Son dos. El Port de Silla (acceso desde Camí del Port en Silla) y el Port de Cartarroja (acceso por carretera VV-1044). Ambos son muy bonitos, pero si sólo puedes ir a uno elige el de Cartarroja sin dudarlo. El puerto está en uno de los canales principales (Séquia del Port) y es una verdadera clase magistral de arquitectura naval tradicional. Este es uno de los lugares más fotogénicos de todo el parque natural.  

Fotos bajo Licencia CC: Warloofer; Aitor Fernández Arizmendi; Alberto Ceballos; keith ellwood; Juan Enrique Gilardi; Rafolas

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