GUÍA DE VIAJE

Escocia en 10 días: de Edimburgo a la isla de Skye, pasando por las Highlands

Neist Point, isla de Skye (Escocia).

Roberto Ruiz

Escocia es un pequeño paraíso al alcance de la mano. Es el lugar donde el color verde alcanza su máxima expresión, donde los bosques, los lagos, las cascadas, los ríos y las praderas dan forma a un paisaje de película, donde la historia tiene nombre de clanes, de batallas y de castillos, y donde las leyendas nos trasladan a otra época al son de las gaitas. Escocia tiene algo mágico que cautiva a quien la visita. Que enamora, que engancha y que crea adicción, porque quien va una vez, tarde o temprano, vuelve a repetir.

Es el país más septentrional de Reino Unido y eso hace que se asiente sobre montañas y valles glaciares, se rodee de islas grandes y pequeñas, y sea la tierra de las Highlands, las evocadoras Tierras Altas en las que querremos centrar gran parte de nuestro viaje, donde nos esperan además las entrañables vacas peludas escocesas. 

El país de William Wallace se merece un viaje de al menos 10 días si queremos ver un poco de todo. Con la ruta que aquí trazamos, te proponemos un recorrido circular, partiendo desde Edimburgo o Glasgow, con el que atravesar las Tierras Altas, sumergirte en la naturaleza escocesa, conocer la isla de Skye, visitar sus castillos más famosos y, cómo no, buscar al monstruo del lago Ness. 

Edimburgo, punto de partida

Gracias a su aeropuerto, Edimburgo podría marcar el inicio y final de esta ruta circular, aunque también lo podría hacer Glasgow. Para profundizar en ambas ciudades es más recomendable hacer un viaje centrado en ellas, pero en este itinerario podemos incluir unas pequeñas pinceladas para hacernos una idea de por qué merece la pena volver para conocerlas mejor.

El castillo de Edimburgo, de origen medieval, es quizá el más importante de todo el país, por lo que conviene no pasarlo por alto y dedicar unas horas a visitarlo. La Royal Mile es la calle por excelencia de la ciudad y une el castillo con el palacio de Holyrood, otra parada imprescindible, así como también lo es la Saint Giles' Cathedral. Pero tan importantes son todas estas visitas como el mero hecho de pasear sin prisas por su casco histórico para empaparnos bien del ambiente que desprenden sus calles empedradas.

De Edimburgo a Inverness

Salimos de la capital escocesa y ponemos rumbo norte en dirección a Inverness. El trayecto nos llevará unas tres horas en coche, pero por el camino es interesante hacer alguna que otra parada. Vamos a adentrarnos en las Highlands y conviene no tomárselo con prisas. Para empezar, porque nos podríamos perder The Hermitage, y merece mucho la pena parar en este bosque para hacer una pequeña ruta por sus senderos, bajo enormes abetos de Douglas, siguiendo el río Braan hasta llegar hasta las atronadoras cataratas Black Linn, junto al mirador de Ossian's Hall.

Y para continuar, porque puede ser muy didáctico hacer una parada en el Highland Folk Museum, un museo al aire libre donde se recrean las construcciones y modos de vida tradicionales de las Highlands. 

Inverness y Culloden

Inverness se puede considerar la capital cultural de las Tierras Altas y, desde el norte, supone la puerta de acceso al lago Ness. En realidad en esta ruta solo le dedicamos una rápida parada, pues más allá de su centro histórico, su castillo y el pintoresco Victorian Market de finales del siglo XIX, lo que más nos llamará la atención está fuera de la ciudad.

A unos 15 minutos en coche se encuentra el campo de batalla de Culloden, y aquí sí que es interesante dedicar un buen rato. En estas tierras se disputó en 1746 el último gran choque entre jacobitas y británicos, y supuso la derrota definitiva para quienes apoyaban las pretensiones al trono de Carlos Eduardo Estuardo. Se dice que en menos de una hora murieron alrededor de 1.500 hombres, más de 1.000 de ellos jacobitas, en su mayoría highlanders. Hoy, además de las lápidas que descansan sobre el campo de batalla recordando a los numerosos clanes que aquí dieron la vida, también existe un centro de visitantes que nos pone en contexto.

Si queremos retroceder mucho más allá en el tiempo, a cinco minutos de Culloden se encuentra Clava Cairns, un lugar que nos traslada a la prehistoria a través de cámaras funerarias y círculos de piedra de 4.000 años de antigüedad.

El lago Ness y su monstruo

Desde Inverness estamos a un paso del lago Ness. De hecho, ¿adivinas cómo se llama el río que atraviesa la ciudad? Exacto, Ness. Para ir a visitarlo la opción más recomendable es llegar hasta el otro extremo, al encantador pueblecito de Fort August. Desde allí salen barcos que nos dan un pequeño paseo por el lago, nos cuentan su interesante origen geológico ubicado a lo largo de la falla de Great Glen y, por supuesto, nos animan a buscar a Nessie contándonos todos los detalles de su historia. Como curiosidad, hay barcos que ofrecen a los visitantes las imágenes de su sonar por si de pronto apareciese una gran masa nadando bajo ellos.

El camino entre Inverness y Fort August interesa hacerlo por la orilla oeste del lago, pues aquí se encuentra el castillo de Urquhart, o más bien lo que queda de él. Asomado al lago Ness, se trata de una de las fortalezas más famosas e icónicas de toda Escocia, y tras visitar sus ruinas y su torre podemos conocer sus más de mil años de historia en el centro de visitantes.

El castillo de Eilean Donan

Desde Fort August ponemos rumbo a la isla de Skye pero de camino encontramos una parada absolutamente obligatoria: el castillo de Eilean Donan. Quizá cuando estés frente a él tendrás la sensación de haberlo visto antes porque es, sin duda, uno de los lugares más cinematográficos del país. Y no es para menos.

Se encuentra en un lugar privilegiado, en una pequeña isla en el lago de Duich, donde un puente de piedra nos lleva hasta él. Comenzó a construirse en 1220, a lo largo de los siglos ha recibido múltiples remodelaciones y en 1719 fue ocupado por 46 soldados españoles que apoyaban a los jacobitas. El gobierno inglés bombardeó y destruyó el castillo, que quedó en ruinas durante los siguientes 200 años hasta que John MacRae-Gilstrap lo restauró entre 1912 y 1932. Hoy sigue siendo la residencia oficial del clan MacRae y visitarlo es bucear profundamente en la historia del país.

La isla de Skye

Es altamente recomendable incluir la isla de Skye en esta ruta por Escocia porque aporta un gran contraste tras nuestro paso por las Highlands. Los paisajes cambian radicalmente, los bosques desaparecen y las montañas cubiertas de praderas infinitas son las que toman el protagonismo. Y así, asomados al mar desde altos acantilados, podemos recorrer esta isla llena de leyendas.

A la isla de Skye podemos cruzar tanto en ferri como por un puente y una vez en ella tenemos varios puntos que interesa no pasar por alto. Uno es el castillo de Dunvegan, levantado en el año 1200, visitable en su interior y con unos cuidados jardines por los que es una delicia pasear. También la Kilt Rock y la Mealt Falls, donde una cascada cae por el acantilado directamente al mar desde 55 metros de altura. Otros son el colorido pueblo pesquero de Portree, el Old Man of Storr, un pináculo rocoso de 50 metros de altura, y el llamativo faro de Neist Point, rodeado de acantilados.

Stirling y su castillo

Salimos de la isla de Skye, volvemos sobre nuestros pasos y ponemos rumbo a Stirling. En este trayecto tenemos varias paradas de interés, como el viaducto de Glenfinnan y el tren Jacobite, de vapor, que lo atraviesa cada día (imprescindible para los seguidores de Harry Potter y el Hogwarts Express). El valle de Glencoe, del que no te querrás ir jamás. Y castillos como el de Kilchurn.

Una vez lleguemos a Stirling aquí nos espera su castillo, un lugar en el que también merece la pena hacer una buena parada. Del siglo XIV quedan algunas estructuras, pero la mayoría de sus edificios principales datan de los siglos XV y XVI. Jugó un papel fundamental en las batallas entre escoceses e ingleses y resulta muy didáctico ir visitando estancia tras estancia, con espacios especialmente pensados para niños.

Muy cerca de Stirling se encuentra el monumento nacional a William Wallace. Si has visto la película Braveheart sabrás quién fue, o al menos tendrás una imagen versionada de él. Wallace lideró las tropas escocesas frente a los ingleses y el monumento, de 67 metros de altura, fue construido gracias a una campaña de recaudación de fondos promovida por un renovado sentimiento nacionalista escocés durante el siglo XIX.

Glasgow, última parada

Para cerrar esta ruta circular por Escocia bien podríamos unir directamente Stirling con Edimburgo y dejar Glasgow para otra ocasión, sobre todo si no vamos sobrados de tiempo. Pero si consigues organizarte bien también puedes dedicarle un día para llevarte al menos una breve idea de lo que ofrece. 

Glasgow, al menos turísticamente, suele vivir a la sombra de Edimburgo, pero eso no significa que no merezca la pena acercarnos a conocer la catedral de San Mungo, la George Square, su llamativa necrópolis, las encantadoras calles de Ashton y Hidden Lane, así como el abrumador museo Kelvingrove.

Pero eso sí, vayas a Edimburgo desde Stirling o desde Glasgow, lo que no te puedes saltar es la enorme escultura de los Kelpies. Parecen las cabezas de dos gigantescos caballos pero están realmente inspiradas en la mitología escocesa y en el kelpie, un espíritu del agua capaz de cambiar de forma. Son obra del escultor Andy Scott, están hechas de láminas de acero, miden 30 metros y su imagen surgiendo del suelo con fuerza y elegancia puede poner el perfecto broche final a este viaje de 10 días por Escocia.

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