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Juan Luis Guerra pone a bailar a Madrid: bilirrubina del sábado noche en el Río Babel

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El dominicano monta una fiesta en la Caja Mágica ante decenas de miles de espectadores, con mayoría de sus "hermanos" de América Latina.

Juan Luis Guerra, en el Río Babel.
Juan Luis Guerra, en el Río Babel.Daniel GonzalezEFE

"Yo fui tocando mil veces...". Hay algo mucho más allá de la música en cada concierto de un artista veterano. Esa sensación de nostalgia, de estar viviendo en el recuerdo permanente de aquellas canciones que un día te hicieron feliz. Lo siente la estrella y el público. El picor y la emoción, quizás, de irse despidiendo poco a poco. Juan Luis Guerra (Santo Domingo, República Dominicana, 1957), a sus 66 primaveras, tres décadas después de su primer Grammy y de su primera gran gira por España, el mismo año en el que han pasado y pasarán por Madrid otros iconos delosuyo como Dylan, Stewart, Sabina o Raphael, dominó este sábado el sur de Madrid. En la segunda noche del Festival Río Babel, 24 horas después de que los colombianos Morat se hicieran con la Caja Mágica, el ritmo dominicano de Guerra coronó el evento, triplicó el aforo del viernes y llenó la zona de banderas de América Latina, cuyos "hermanos", decenas de miles, no dejaron de bailar durante los 120 minutos de concierto.

Guerra, rey del merengue, la bachata y la salsa, tiene parte de culpa de que gigantes de hoy como C.Tangana o Rosalía incluyan estos ritmos en sus canciones. Saltaron el charco desde América por artistas como él, que anoche, acompañado de los 15 músicos de su banda Los 4.40, coordinados desde el teclado por Janina Rosado, inició en la capital una mini gira de 4 conciertos por España que le llevará en los próximos días al Palau Sant Jordi de Barcelona, a Fuengirola y a La Palma. Su espectáculo Entre Mar y Palmeras ofrece temas de su último disco, el segundo grabado en vivo y con el mismo nombre que el tour, y acaricia con la felicidad intacta los clásicos que le han convertido en uno de los músicos más importantes de habla hispana.

Inició el show con Ay Rosalía, un tema que lleva vivo 33 años, y siguió con La Travesía y La llave de mi corazón, de 2007. Un mundo de tiempo entre cada uno de sus hits, pero la misma voz y el mismo "merengue, bachata y son" que repite en esa última canción. Su música es así de simple, sabes a lo que te enfrentas cuando le ves delante. Un poco como cuando Hollywood sólo quería ver bailar a John Travolta después de Fiebre del sábado noche. Pero sus ritmos son a la vez complejos por la infinita variedad de instrumentos que ofrece al espectador. No hay un respiro. Ni siquiera él, sofocado por el calor madrileño, se dio el gusto de quitarse la boina y el traje a pesar de los 30 grados de los termómetros.

El cuerpo de Guerra, lógicamente, acusa los achaques de la edad. Sus 1,92 de altura y sus 66 años van provocando una ligera joroba y no tiene la agilidad y la movilidad de antes, pero mantiene lo más importante: la voz. Sus conciertos suenan como sus discos de estudio, banda mediante, algo que el oído agradece en la era del autotune. No hay tecnología ni errores.

Su discografía le obliga a hacer varios mix de salsa y merengue, para gozo del espectador, donde el español se mezclaba con el venezolano (comunidad ganadora en cantidad). Eso sí, sus grandes éxitos sonaron de principio a fin, sin cortes: Niágara en bicicleta y Burbujas de amor, las más aclamadas, cerraron el primer bloque. Guerra, que confesó su fe protestante con Para Ti, se ausentó durante 15 minutos, como el intermedio de un partido de fútbol, y regresó para una segunda parte de crítica social, café y bilirrubina.

Como si fuera un adolescente rebelde, llevó su voz a un megáfono para cantar El costo de la vida, de 1992 pero vigente más que nunca. "Somos un agujero, en medio del mar y el cielo, quinientos años después, una raza encendida, negra, blanca y taína. ¿Pero quién descubrió a quién?".

La política siguió en el escenario con los deseos y la necesidad de Ojalá llueva café en el campo, otro de sus clásicos, y el Río Babel se encendió con Las avispas antes de cerrar con la traca final: La bilirrubina. Cómo no. La fiebre del sábado noche del Río Babel. Su canción más global unió en una sola voz a españoles, venezolanos, dominicanos, mexicanos y colombianos en un espectáculo de luces, confeti y merengue que despidió el gran show del festival.

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