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Ciencia

¿Por qué llueve tanto en Colombia?

Lluvias en Bogotá este jueves

Lluvias en Bogotá este jueves

Foto:Milton Díaz / EL TIEMPO

En gran parte del país las precipitaciones nunca faltan. La geografía tiene la explicación.

El Pacífico colombiano es una de las regiones donde más llueve en el mundo entero. Un auténtico ‘cielo roto’ en medio del cual se ubica una población que paradójicamente fue bautizada como Lloró, considerada la más lluviosa del planeta, un municipio en el Chocó al que le caen en promedio unos 13.000 milímetros de agua lluvia al año. El título suele disputárselo con López de Micay, un municipio en el noroccidente del Cauca, en el que también se desprenden entre 12.000 y 13.000 milímetros anuales.
Para ponerlo en perspectiva, en el centro del país, en algunas zonas del departamento de Cundinamarca en condiciones normales al año caen entre 500 y 1.000 milímetros de lluvia anuales y donde más llueve caen hasta 7.000, de acuerdo con el Atlas climatológico elaborado por el Ideam con apoyo de Unidad de Planeación Minero-Energética (Upme), lo que sigue siendo bastante considerable porque Colombia es, en general, un país lluvioso en el que se unen varios factores para que el agua nunca falte en la mayor parte del territorio a lo largo del año.
Esto ha hecho que el país aparezca en listados como los del Banco Mundial que lo ubican como una de las naciones más lluviosas con 3.240 milímetros de lluvia anuales, compitiendo con Santo Tomé y Príncipe, en África central, (3.200 mm), Papua Nueva Guinea (3.142 mm) y las Islas Salomón (3.028 mm), ambas en Oceanía. Pero, ¿cómo se explica que Colombia sea un territorio favorecido por una alta lluviosidad? Para los expertos se trata de una compleja mezcla de factores.
De acuerdo con Germán Poveda, profesor titular de la Universidad Nacional, sede Medellín, miembro de número de la Academia Colombiana de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales, y de la Misión de Sabios 2019, uno de los motivos es la localización ecuatorial la que se encuentra el país, una región del planeta en la que las mayores temperaturas que presenta permiten albergar más vapor de agua en su atmósfera.
“El vapor de agua es necesario para formar la lluvia cuando ese vapor de agua se condensa por enfriamiento en la atmósfera. Además, Colombia está rodeada por varios ‘ríos aéreos’, corrientes de vientos en la atmósfera que transportan gran cantidad de vapor de agua desde el océano Pacífico, el océano Atlántico, el mar Caribe y desde las cuencas de los ríos Amazonas y Orinoco hacia el interior del país”, explica Poveda.
De esta manera, sobre el océano Pacífico circula la corriente que se conoce como el Chorro del Chocó, sobre el mar Caribe circula el Chorro del Caribe y sobre los llanos Colombo-Venezolanos circula el Chorro de la Orinoquía. “Esos chorros traen humedad para formar las lluvias del país, y son dinamizados por la condensación del vapor de agua en la atmósfera”, detalla el experto, quien ha realizado estudios junto a la Dirección General Marítima (Dimar) de la Armada Nacional, para determinar la influencia que puede tener el Chorro del Chocó sobre la obre la Hidroclimatología de Colombia.
Se trata de un sistema complejo en el que los vientos juegan un papel fundamental. Para el profesor Jose Daniel Pabón, investigador del grupo Tiempo, clima y sociedad del departamento de geografía de la Universidad Nacional, uno de los factores que influye en la lluviosidad de algunas regiones de Colombia es su ubicación en lo que se conoce como la Zona de Confluencia Intertropical (ZCIT).
“Es una zona donde los vientos alisios que soplan del Noreste y de Sureste —por eso se llaman alisios del noreste y alisios del sureste— confluyen, acumulan la humedad y desarrollan procesos que generan lluvias abundantes”, explica.
Para él, cuando se habla de factores como el chorro del Chocó y el del Caribe, por ejemplo, son expresiones regionales que se refieren a los vientos alisios del noreste y del sureste que conforman la ZCIT, los cuales, junto a otros elementos, contribuyen a que se formen algunos centros con más lluvias que en el resto de América tropical. Por el contrario, Poveda defiende que más allá de un asunto semántico, aunque los chorros sí hacen parte de los vientos alisios, son entidades muy singulares porque tienen la forma de unas ‘gigantescas mangueras de bomberos’, y por tanto deben ser estudiados, entendidos y modelados como tales para poder entender y analizar el clima del país y sus cambios.

La cordillera

En lo que sí coinciden ambos expertos es en el papel que tiene las características geográficas del país, especialmente la cordillera de los Andes. “Los alisios del noreste y del sureste además interactúan con las cordilleras que van de sur a norte, organizando espacialmente la humedad y las lluvias en los piedemontes orientales (llanero y amazónico) y en el piedemonte de la cordillera occidental, la vertiente hacia el océano Pacífico”, comenta Pabón sobre esas zonas de mayor precipitación.
Vista de la cumbre del nevado del Tolima, que se eleva 5.215 metros sobre el nivel del mar, en la cordillera Central de los Andes.

Vista de la cumbre del nevado del Tolima, que se eleva 5.215 metros sobre el nivel del mar, en la cordillera Central de los Andes.

Foto:Andrés Hurtado

Las tres ramificaciones que tiene los Andes en su paso por Colombia se convierten así en una barrera que juega con los vientos, que chocan contra ella y toman nuevas direcciones, convirtiéndose en algunos puntos en fábricas de lo que se conoce como lluvia orográfica, de acuerdo con Poveda. Es el ciclo del agua que aprendemos en el colegio: los vientos cargados de la humedad, que recogen de fuentes como los océanos, se ven forzados a ascender por las montañas, ahí es cuando se enfrían y favorecen la condensación del vapor de agua, nubes que se saturan y descargan la lluvia.

Los bosques colombianos juegan un papel de ‘bomba biótica’ que succiona humedad –vapor de agua necesario para las lluvias— desde los océanos y mares hacia las zonas continentales

“Además, mucho vapor de agua se evapora de las tierras bajas y cálidas de ambas costas, así como de los valles interandinos de los ríos Magdalena y Cauca, y desde la Orinoquía y la Amazonía”, asegura Poveda, quien añade a la fórmula de las lluvias colombianas la vegetación. “Los bosques colombianos juegan un papel de ‘bomba biótica’ que succiona humedad –vapor de agua necesario para las lluvias— desde los océanos y mares hacia las zonas continentales”.
Y los motivos para que en Colombia llueva tanto se siguen acumulando. De acuerdo con el Instituto de Hidrología, Meteorología y Estudios Ambientales (Ideam) en condiciones normales también inciden factores como el hecho de no contar con estaciones como en los países del norte y sur del planeta, el estar rodeados de dos océanos, fuente importante de humedad, y la presencia de la selva amazónica en el sur.
“Dependendiendo de la zona del país varían los regímenes pluviométricos, el comportamiento de las lluvias a lo largo del año, además la presencia de fenómenos de variabilidad climática (como El Niño - La Niña) el tránsito de ondas del este y la temporada de huracanes, entre otros, también tienen influencia en las precipitaciones del país”, explican.

¿Hoy llueve más?

En condiciones normales, el tránsito de sur a norte y de norte a sur de los vientos alisios y de la Zona de Confluencia Intertropical son responsables de marcar el inicio de la temporada de lluvias en el país. En el primer semestre se mueven desde el hemisferio sur, aproximadamente desde la Amazonia colombiana, hacia el norte y llegan en junio al Caribe.
Según Pabón, entre marzo, abril y mayo la ZCIT pasa sobre Colombia y ocurre la primera estación de lluvias en la zona andina;  luego llega en junio al Caribe, donde comienza una temporada lluviosa. El regreso de la ZCIT hacia el sur, en el segundo semestre del año, marca otra temporada de lluvias en la región andina en septiembre, octubre y noviembre.  
Afectaciones en Sevilla, Valle, por las fuerte lluvias.

Afectaciones en Sevilla, Valle, por las fuerte lluvias.

Foto:Juan Pablo Rueda. EL TIEMPO

Lo anterior es lo normal, una distribución de zonas más y menos lluviosas, con un ciclo en el año en el que se presentan estación seca y lluviosa, señala el experto. Sin embargo, estas condiciones se alteran por la influencia de fenómenos como el de La Niña y de El Niño, que ocurren en Pacífico, o de las ondas interestacionales.
Eso es lo que se ha observado en las últimas semanas en varias regiones del país, una temporada de lluvias reactivada por cuenta de otros procesos del sistema climático global. “En este periodo, en el que está culminando la primera temporada de lluvias en la región andina,  la influencia del fenómeno de La Niña que se ha mantenido activa en este primer semestre ha reforzado los procesos generadores de precipitación; adicionalmente, el efecto de una fase de las ondas intra-estacionales que promueven las lluvias (la cual transitó más o menos desde finales de mayo), dieron un impulso más que terminó en la intensificación de las lluvias en la última semanas y media”, comenta el experto.
Son tantos los elementos que coinciden en el territorio colombiano, que tienen influencia en el clima y varían en cada una de las regiones, que hacen del estudio y análisis de este tema en el país un asunto con retos para realizar pronósticos que representen las condiciones meteorológicas y climáticas esperadas.
Para conseguirlo desde el Ideam consideran que es fundamental contar con datos confiables de las estaciones meteorologicas, de los satélites y de los radares, además de trabajar con una capacidad computacional de respaldo para realizar las corridas, las calibraciones y las validaciones de los modelos de pronóstico.
Sin embargo, más allá de esta capacidad que se ha desarrollado y fortalecido en los últimos años para el análisis del clima, aun en condiciones tan complejas como las de Colombia, para el profesor Poveda es necesario continuar con la investigación científica en diversas ciencias como la hidrología, la climatología, las ciencias de la atmósfera, la oceanografía, la ecología, así como las interacciones entre el suelo, la vegetación y la atmósfera, entre el océano y la atmósfera, la formación de las nubes, los balances de agua y radiación, el cambio climático, etc.
Hay carencias en cuanto a la puesta en operación de redes de monitoreo de variables hidrológicas y climáticas, radares meteorológicos, hay un retraso histórico en cuanto a la formación de personal capacitado en niveles de maestría y doctorado, así como en falta de recursos computacionales potentes para la modelación y el pronóstico del tiempo y el clima en alta resolución espacial”, opina.
Sin dejar de lado el reto que también supone hacer seguimiento a los efectos que sobre estos temas tiene el cambio climático. “La emisión de gases de efecto invernadero debido a la quema de combustibles fósiles y a la deforestación están cambiando los regímenes climáticos, así como la duración de las temporadas de lluvias y de sequías, están exacerbando la ocurrencia de eventos hidrometeorológicos extremos cada vez más fuertes y frecuentes, como las olas de calor y el aumento en la frecuencia y magnitud de huracanes de mayor poder destructivo sobre el mar Caribe, como el huracán Iota que destruyó nuestra isla de Providencia en el 2020. La deforestación también altera los regímenes hidrológicos y climáticos, amplificando las crecidas de los ríos y las inundaciones y haciendo las sequías cada vez más prologadas y severas”, asegura Poveda.
Alteraciones que ya son evidentes. Por ejemplo, de acuerdo con el Informe del Estado del Clima Mundial 2021 de la Organización Meteorológica Mundial (OMM), los últimos siete años están en camino de ser los más cálidos de los que se tiene registro, por primera vez desde que se dispone de registros, llovió, en lugar de nevar, en la cima del manto de hielo de Groenlandia, mientras que en la región, las persistentes precipitaciones superiores a la media que se registraron durante el primer semestre del año en algunas partes del norte de América del Sur, especialmente en el norte de la cuenca del Amazonas, ocasionaron inundaciones graves y de larga duración en la región.
ALEJANDRA LÓPEZ PLAZAS
REDACTORA DE CIENCIA
@TiempodeCiencia

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