Recuerdas qué hacías (si es que habías nacido) en 1983 cuando un nuevo grupo, Hombres G, se estrenó en el mítico programa Tocata cantando Venezia y Sufre, mamón? Era una época en la que la televisión era el mejor escaparate para la música, solo había dos canales y quien se asomaba a la pequeña pantalla se convertía en ídolo de masas de la noche a la mañana. Nosotras éramos dos de esas seguidoras, ‘chicas cocodrilo’, según nos bautizaron en una canción, aunque no mordíamos. Lo que sí hacíamos era escuchar sus cintas de casete (sí, entonces era lo que había), como solo se hacía en la adolescencia. ¿Quién nos iba a decir que treinta años después estaríamos frente a ellos con una grabadora? Sus recuerdos de aquel boom musical no coinciden con los nuestros. “Nos vio todo el país y estalló la locura. Éramos superfamosos, como ahora lo puede ser Cristiano Ronaldo. De hecho fueron unos años en los que apenas salíamos a la calle”, recuerda Daniel Mezquita, guitarra del grupo. David Summers, líder y vocalista, va más allá: “Fueron unos años de popularidad asfixiante, acoso, el teléfono sin parar de sonar, niñas en la puerta de nuestras casas, 300 personas esperándonos en las radios... No podíamos ir a ningún sitio en el que hubiera mucha gente. Solo íbamos a bares mataos, a playas vacías...”. Rafael Gutiérrez, el otro guitarra, guarda la anécdota más divertida: “Mi padre pensaba que su hijo era un bandarra que tocaba por ahí con sus colegas. Hasta que un día en un bar le enseñaron la portada de Súper Pop con el titular: “Noche loca de Hombres G con Sabrina”. Aunque era mentira, le conté lo que quería oír. Desde ese día empezó a estar orgulloso de mí”. Lo que sí era cierto era la cantidad de bragas y sujetadores que les lanzaban en sus conciertos, algunas veces con el teléfono escrito de la propietaria. “Llevamos treinta y tantos años asistiendo a la evolución de la lencería femenina. Ahora nos tiran tangas [risas]”, explica Rafa. Y Summers añade: “No nos tiraban sujetadores, nos enterraban en ellos”.

Malditos niños pijos

De eso han pasado tres décadas, con sus altos, sus bajos y diez años (entre 1992 y 2002) en los que cada uno anduvo su camino. Pero tras su reunificación han vuelto a llenar estadios como si fuera ayer, ampliando fechas en algunas ciudades como Madrid y arrasando en escenarios míticos como el Radio City Music Hall de Nueva York, el Hollywood Bowl de Los Ángeles o el Hard Rock Hotel & Casino de Las Vegas. En ellos se siguen encontrando con las fans de antes y las incorporaciones. “Lo más grande es ver a aquellas chicas cocodrilo que ahora tienen 40 y 50 años, que vienen a vernos con sus hijos y sus maridos”, explica el batería Javier Molina.

Hombres G entrevista Esquirepinterest
Sofía Moro//Esquire

Ellos tampoco son ya unos chavales. Pasados los 50, la banda se presenta a nuestra cita con un aspecto que nada tiene que ver con nuestros recuerdos. De hecho, en cuanto se reúnen, lo primero de lo que hablan es de dónde van a ir a meterse una comilona cuando acaben con nosotros. Está claro que la buena mesa ha sustituido a las juergas. Ellos mismos lo corroboran. Y un dato más: si de jóvenes hablaban de chicas, ahora lo hacen de hijos: “Al mío le encanta Hombres G. Es más, me dice: ‘No eres peor compositor que Paul McCartney, eres distinto [risas]’”, cuenta Summers, que está muy orgulloso de que su hijo siga sus pasos. “Va a grabar un disco en breve. Compone unas canciones muy bonitas y cada vez lo está haciendo mejor. Toca la guitarra de puta madre y lo tiene clarísimo”. Rafa y Dani también son padres, así que es lógico que ahora les vayan más los planes de día y que las salidas nocturnas las dejen para las giras, pero sin pasarse: “Ahora salimos un día y estamos dos malos. Sobre todo con giras tan intensas como las nuestras. Cuando tienes 20 años puedes salir, no comer, no dormir... Ahora lo pasamos muy bien, pero sin cogernos un pedo de la hostia”, explica Summers. Y Rafa añade: “Es que si no eres consecuente con tu edad, vas de culo”.

Hablando de la noche, les preguntamos si en aquella época se drograban tanto como el resto. “No, y eso que antes era buena”, dice Rafa partiéndose de risa. “En los 80 disfrutabas de todo lo que te ponían delante, pero con cabeza y buen criterio. Si no, no estaríamos aquí. Yo tengo muchos amigos que se han muerto por el camino”.

Hombres G entrevista Esquirepinterest
Sofía Moro//Esquire

Nunca fueron un grupo más de la Movida. Les colgaron la etiqueta de pijos y todavía tienen que defenderse de ello. “Estoy harto de que me llamen pijo, cuando llevo toda la vida con una camiseta de algodón de seis euros, vaquero y zapatillas. No he tenido jamás ropa de marca, ni he jugado al polo, ni he ido a las regatas, ni he ido a las discotecas de pijos ni pollas. Ni yo ni ninguno de estos. Y tampoco creo que fuera por el tipo de público, porque esa gente también iba a ver a Los Secretos, Serrat o Sabina”, dice Summers bastante cabreado.

Los ánimos se calientan y Javi explota: “Puede que una minoría de nuestro público fuera gente pija. La misma que se nos acerca ahora sin saber una mierda de lo que hace o hacía realmente Hombres G. Pero ese era un sector muy pequeño. Nosotros tocábamos en muchos sitios, también en el Parque de Atracciones de Madrid, donde el público era de las zonas periféricas, con un montón de cajeras del Pryca, sin ofender a nadie... No he visto niñas pijas a nuestro alrededor jamás, ni aquí, ni en California ni en Perú. Si mi madre no es puta ni mi padre alcohólico, ¿no puedo tocar rock & roll? Es lo que pasa en este país de cenutrios y de incultura musical”.

Pijos o macarras, lo que está claro es que nadie puede hablar de un Ford Fiesta blanco sin pensar en el mamón del jersey amarillo. El temazo estrella de una discografía que abarca 13 discos y tres recopilatorios de los que han vendido más de diecinueve millones de copias. El albúm con el que regresaron en 2002, Peligrosamente juntos, fue disco de platino en España y en julio de 2005 abarrotaron el estadio Vicente Calderón con más de 60.000 fans, un hito que solo ha igualado otro español: Alejandro Sanz. Y todo esto sin traicionar su identidad. Porque las canciones de Hombres G son parte de nuestra historia, reconocibles. Su fórmula funciona, también hoy, y David Summers nos revela su secreto: “Siempre intentamos hacer algo distinto, pero todo lo impregnamos con nuestro estilo. Mi forma de cantar, su forma de tocar, nuestra manera de presentar las canciones... Tenemos una personalidad muy grande, pero siempre hemos hecho de todo: reggae, rock & roll, piano, orquesta sinfónica... Nos gusta todo lo que sea buena música”.

Viejos colegas

La cagaste Burt Lancaster, Voy a pasármelo bien, Marta tiene un marcapasos, Devuélveme a mi chica, Dejad que las niñas se acerquen a mí... Con tantos éxitos parece imposible escribir uno más, pero ellos no tiran la toalla. Dani, el positivo, dice: “Yo soy de los que piensan que la mejor canción siempre está por venir”. Rafa, el sensato, añade: “Hemos escrito muy buenas canciones, pero si hubiéramos pensado así cuando volvimos en 2002, no hubiéramos hecho ningún tema nuevo. Yo no entiendo a los músicos que vuelven con el repertorio de siempre”. Y Summers, el realista, sentencia: “Después de un gran éxito es difícil escribir otro. El alcance y la repercusión de Sufre mamón son complicados de superar. Pero ¿vosotras diríais que es la mejor canción que hemos hecho? No lo sé, es la que tiene ese privilegio, pero yo creo que hay otras mejores, como Lo noto”.

La conversación transcurre entre auténticos colegas. Se nota que es amistad de la buena. Solo con mirarse se entienden y las bromas entre ellos son de pandilla de toda la vida. Normal. La mayoría se conocen desde la infancia. “Javi y yo éramos amigos del colegio, desde los cinco años. Luego Javi y Dani se conocían de la sierra [pero ¿no decían que no eran pijos? En nuestra época todos ellos tenían casa en la sierra]. Y ya de adolescentes conocimos los tres a Rafa haciendo un playback en Aplauso”, recuerda Summers. También tienen sus piques, sobre todo deportivos, y el que sale perdiendo es Rafa por aquello de que es el único del Atlético (los otros tres son del Real Madrid). Pero ni por esas se enfadan. “Después de cuarenta y tantos años de amistad, nunca hemos tenido problemas. Nos resulta facilísimo llevarnos bien y trabajar juntos”, dice Summers. Hasta estuvieron de acuerdo en la elección del nombre del grupo, cuya G no es de ‘gilipollas’ como cantaban sus coetáneos Pabellón Psiquiátrico. Nosotras, que fuimos con los deberes hechos, sabíamos que hace referencia a la película de cine negro GMen (1935). Tenían ya un contrato firmado como Los Bonitos Redford –todo muy cinéfilo–, pero un cartel de cine en casa de Dani les hizo cambiar de idea.

“¡Qué tiempos!, ¿os acordáis cuando nos pagaban 8.000 pesetas en Rockola? ¡Unos 50 pavos...! [risas] Con ese dinero no teníamos más que para pagar taxis, copas y trasporte del equipo. Entonces no tocábamos por dinero, sino por diversión. Si no perdíamos pasta ya era un logro”, recuerda Summers.

Con su primer sueldo, todos se lanzaron a comprar un coche, aunque ninguno se hizo con el mítico Ford Fiesta blanco). “Yo sí heredé uno de mi hermano, pero en azul marino. Luego me compré un Golf GTI”, continúa Summers. Ya, que tampoco lo tenía ningún pijo, ¿no? Pero lo que sí fue verdad fue lo del jersey amarillo. Un tipo le levantó la novia a David y le dolió tanto que hizo una canción: “Ese sí que era un pijo, aunque no recuerdo su nombre”. Rafa entre risas, le vacila: “Pero ¿no se llamaba David Bustamante, como el cantante de ahora?...”. Con una última pregunta les sacamos del pasado. Por un rato, todos hemos regresado a nuestra juventud. Ahora, los lanzamos al futuro: ¿qué tal un concierto homenaje a los 80 con 80 años? (risas a coro) “¿Por qué no? Lo único que nos puede hacer parar es la salud. Por lo demás, ganas, público y trabajo tenemos. Aquí pasa como con el fútbol: es la música la que te deja a ti y no tú a la música”, dice Rafa. Pues... ¡salud y rock!