Curiosamente, la primera aparición de Alfred Hitchcock en esta serie de Mejores Escenas del Cine no es ni siquiera producto de la mente del maestro del suspense. Ya le haremos justicia en otra ocasión. Ahora, toca revisar una de sus películas más apasionantes y quizás infravaloradas, en la que tuvo un invitado de excepción: Salvador Dalí. El artista español colaboró con el cineasta en 'Recuerda' (1945) para dar vida a los sueños indescifrables del protagonista, y es que, ¿quién podría representar mejor unas alucinaciones irrisorias, pero llenas de significados ocultos, que el autor de 'El gran masturbador' o los relojes blandos?

Esta inusual, pero magnífica, colaboración entre dos grandes artistas del siglo XX, cada uno en su campo, ha dado lugar a una de las escenas más inquietantes del cine clásico de Hollywood. Una escena única, que se inserta en la historia de un hombre (Gregory Peck) que sufre un episodio de amnesia, y no sabe quién es o cuál ha sido su responsabilidad en un asesinato en el que aparentemente está envuelto. Para descubrir esas incógnitas, acude a una brillante doctora (Ingrid Bergman) que le ayudará a interpretar los sueños que le atormentan en forma de ojos multiplicados, ruedas deformes y hombres sin cara.

ANATOMÍA DE LA ESCENA

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Nadie duda de la capacidad de Alfred Hitchcock, autor de películas inmortales como 'Vértigo' o 'Psicosis', para crear una escena de sueños a la altura de las circunstancias. Entonces, ¿cómo acabó contratando a Salvador Dalí para tal cometido? Según explicó en aquella famosa conversación con François Truffaut en 1962, no fue una decisión publicitaria -el pintor era toda una celebridad en Estados Unidos gracias no sólo a su obra, sino también a su extravagante personalidad-, sino una artística y casi estratégica. "Quería transmitir la secuencia del sueño con gran agudeza, intensidad y claridad visual, más afilada que la película en sí", contó el cineasta en aquella mítica entrevista, donde destacó del estilo del español "las sombras alargadas, la infinitud de la distancia y las líneas convergentes de la perspectiva".

Sin embargo, en aquella misma entrevista, el británico también recordó los excesos del artista, a los que tuvo que poner freno. "Dalí tuvo algunas ideas extrañas: quería que una estatua se rompiera como una concha, que se derrumbara y aparecieran hormigas arrastrándose por todas partes, y debajo de ella estaría Ingrid Bergman... ¡Cubierta por las hormigas! Simplemente no era posible", le dijo Hitchcock a Truffaut. Las hormigas eran casi un sello de identidad en la traslación del arte daliniano a la gran pantalla: recuerden las que aparecen en las manos del protagonista de 'Un perro andaluz' de Luis Buñuel.

Así, como una negociación entre la experiencia narrativa del cineasta y las locuras visuales del pintor, nació una secuencia que rompería con la esencia misma del melodrama 'hollywoodiano'. Y esto es algo que no sólo conseguiría la famosa escena, sino también la película en sí misma: el mismo juego de roles de género que hay en la base de la historia es un cambio importante, convirtiendo a Peck en la damisela en apuros y a Bergman en la científica que, mientras le ayuda a salir del bache en el que se encuentra, acaba sucumbiendo a sus encantos.

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Pero centrémonos en la escena. El protagonista, aturdido, se sienta en la consulta dispuesto a contar los sueños que ha tenido esa misma noche, y que quizás puedan ayudarle a recordar todo aquello que ha olvidado. La teoría del psicoanálisis freudiano se colaba en Hollywood. Un ágil movimiento de cámara, acompañado de un sonido agudo, nos acerca a la cara de Peck, que se dispone a recordar sus sueños nocturnos. Un fundido nos lleva a una imagen con flashes, luces distorsionadas, y hacen desaparecer poco a poco la imagen del personaje. Ya estamos dentro del sueño y tenemos las palabras de su dueño para ilustrarlo: "Sé describir qué sitio era aquel...".

Entonces, vemos el primero de los "cuadros" en movimiento: una especie de "casa de juego", como la describe él, que no tiene paredes sino ojos enormes que rodean la estancia. "Cortinas llenas de ojos pintados", describe, y nos lleva hasta ver a un hombre que se pasea con unas enormes tijeras, cortando las cortinas. Cortando los ojos, la vista, creando una división que es clave en el psicoanálisis, y que recuerda de nuevo al filme de Buñuel y su escena más célebre (la mujer y el ojo rasurado). "Luego apareció una chica muy ligera de ropa y se dedicó a dar vueltas por la habitación besando a todo el mundo", continúa, y es una imagen que vemos a través de un ojo que hemos descubierto detrás de una de las cortinas. Hay una sensación de estar siendo testigo de algo prohibido, de algo que hay que cortar, que no se puede ver. Sus recuerdos en forma de sueños se ven invadidos por un detalle nuevo: la presencia de Constance (Bergman) como rostro de esa mujer. Probablemente, ese personaje no tenga más relevancia en el sueño que la de simbolizar un deseo sexual que empieza a palpitar dentro del personaje por su doctora, que ejerce aquí un rol maternal con el que Freud haría un diagnóstico edipiano maravilloso.

Tras una momentánea vuelta a la realidad, con un primera plano lateral del protagonista, volvemos a la carga. "Yo estaba sentado jugando a las cartas con un hombre que llevaba barba", cuenta, y de nuevo un fundido nos lleva a un plano en movimiento que acompaña la mano con la baraja, que saca un siete de trébol y nos va a acercando poco a poco al hombre de la barba. Este le dice que su carta suma veintiuno, ergo, él ha ganado la partida. Sin embargo, sus cartas están en blanco, y el dueño del local -que esconde la cara tras una malla- le acusa de hacer trampas. Así se cierra este nuevo segmento, en el que seguimos viendo elementos recurrentes de la teoría del psicoanálisis: cartas de juego, hombres sin cara, tijeras, cortinas, ojos...

- ¿Tiene algún sentido para ti lo que soñé?
- Aún no. De momento lo único que veo es que querías decirte algo a ti mismo.

El qué es ese algo será el misterio de la película. De momento, el sueño sigue sin haber cortado el plano de la consulta: Hitchcock vuelve a acercarse al personaje ágilmente, como si se sumergiese en sus pensamientos. El fundido nos lleva a otro paisaje indiscutiblemente daliniano, desértico, donde vemos un tejado inclinado sobre el que el protagonista avista al hombre de la barba, que se tira al vacío. Nótese que llevaba unas botas de esquí. Entonces, detrás de la chimenea, aparece el jefe que antes le gritaba por hacer trampas, y lleva una rueda deformada en la mano, que deja caer en el tejado. Como si se deshiciera de ella, quizás el arma del crimen de este hombre sin cara. Su identidad será importante.

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Ahora aparece el protagonista, huyendo. ¿Puede ser que acabe de ocurrir ese asesinato -del que, según su sueño, él estaría libre de culpa- y él se encuentre escapando de la escena del crimen? Algo le persigue, "un gran par de alas". Y concluye: "Supongo que escapé, ya no me acuerdo". Así se da por finalizado el relato de su sueño, que ahora la doctora se esforzará en descifrar (lo primero que descubrirán, y que dará paso a todos los demás hallazgos, es la pista de esquí en la que sucedió todo, y a la que hace referencia algún detalle del sueño).

Más allá del arte de Dalí, que es magnífico y permitió que Hollywood respirase un poco de surrealismo en los años 40, esta escena de 'Recuerda' consigue algo maravilloso: que, en una película con un enfoque profundamente científico, se cuele de forma extraordinaria el mundo de la fantasía, de lo extraño, de lo incomprensible. Porque, sí, Constance encontrará en ese sueño pistas para devolverle la memoria a su paciente, pero la mayoría de lo que aquí se ha visto no tiene ni la más mínima intención de ser revelado. Y mejor así.

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Mireia Mullor

Mireia es experta en cine y series en la revista FOTOGRAMAS, donde escribe sobre todo tipo de estrenos de películas y series de Netflix, HBO Max y más. Su ídolo es Agnès Varda y le apasiona el cine de autor, pero también está al día de todas las noticias de Marvel, Disney, Star Wars y otras franquicias, y tiene debilidad por el anime japonés; un perfil polifacético que también ha demostrado en cabeceras como ESQUIRE y ELLE.

En sus siete años en FOTOGRAMAS ha conseguido hacerse un hueco como redactora y especialista SEO en la web, y también colabora y forma parte del cuadro crítico de la edición impresa. Ha tenido la oportunidad de entrevistar a estrellas de la talla de Ryan Gosling, Jake Gyllenhaal, Zendaya y Kristen Stewart (aunque la que más ilusión le hizo sigue siendo Jane Campion), cubrir grandes eventos como los Oscars y asistir a festivales como los de San Sebastián, Londres, Sevilla y Venecia (en el que ha ejercido de jurado FIPRESCI). Además, ha participado en campañas de contenidos patrocinados con el equipo de Hearst Magazines España, y tiene cierta experiencia en departamentos de comunicación y como programadora a través del Kingston International Film Festival de Londres.

Mireia es graduada en Periodismo por la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB) y empezó su carrera como periodista cinematográfica en medios online como la revista Insertos y Cine Divergente, entre otros. En 2023 se publica su primer libro, 'Biblioteca Studio Ghibli: Nicky, la aprendiz de bruja' (Editorial Héroes de Papel), un ensayo en profundidad sobre la película de Hayao Miyazaki de 1989.