Loading...

Palau a ritmo batanga

escenarios

Chucho Valdés inaugura oficialmente la edición 50.ª del Festival Internacional de Jazz de Barcelona en un Palau de la Música entregado

Aunque los aperitivos habían sido suculentos y bastante abundantes este verano –Snarky Puppy, Pat Metheny, R + R, Cécile McLorin...–, el Festival Internacional de Jazz de Barcelona levantó anoche oficialmente su telón de actividad concertística de la mano de su padrino.

Chucho Valdés ha querido estar especialmente a la altura de abrir la edición numero cincuenta del ciclo con una propuesta musical excitante y, a la vez, retadora: retomar uno de los proyectos que más le definieron en sus vigorosos inicios allá en 1972, el glorioso Jazz Batá, es decir, un trepidante cóctel de música caribeña con el jazz y la genialidad individual. Y además de ello, lo más importante es que este Jazz Batá es un hermoso y emotivo recuerdo/homenaje a su padre, Bebo, ese león del asunto rítmico que este año hubiese cumplido un centenar de primaveras siempre luminosas.

Un momento del concierto de anoche de Chucho Valdés y su grupo en el Palau de la Música

Para este despliegue de música y ritmo, el Palau de la Música fue nuevamente un marco inmejorable. Abrieron las preceptivas palabras de los responsables del veterano ciclo, comenzando por Tito Ramoneda, presidente ejecutivo de la promotora The Project, que insistió en que la larga longevidad es sobre todo “mérito de todos vosotros”, para acabar con un sencillo “muchas gracias a todos y buen jazz”. Más concreto fue el director artístico del ciclo, Joan Anton Cararach, que advirtió a los presentes de que les esperaba un “concierto largo, denso y poderoso”.

Largo lo fue relativamente, más de una hora y media; denso lo fue algo con el tema de apertura, un cuarto de hora a modo de introducción en latinidades, y poderoso lo fue sin duda. En eso ayudó mucho el imponente –en todos los sentidos– Chucho, que se hizo con el escenario acompañado de un nutrido plantel de sanguíneos cómplices: tres de los percusionistas muy bien ubicados en la crema mundial –Yaroldi Abreu, Dreiser Durruthy Bombalé y Abraham Mansfarroll Rodríguez–, amén del contrabajista Yelsy Heredia y, como invitado especial, el violinista Carlos Caro, que se incorporó a la media hora de concierto. Chucho, claro, al mando del piano y poniendo agitado orden en un universo sonoro entre lo jazzístico y los ritmos batanga, versión 2018. Y cuando entró en materia pasados los treinta minutos de rodaje, emergió el enorme pianista que es, levantando el entusiasmo sobre todo en las latinidades más rítmicas, incluido un tema absolutamente inédito de posible autoría paterna. Los percusionistas se contagiaron y aquello devino un goce de los sentidos.

Al final fue la fiesta de música y vibraciones que todos los asistentes esperaban, público diverso con leve inclinación veterana, que aunque no acabó llenando el Palau lo hizo retumbar. Entre ellos no se quisieron perder el akelarre sonoro la alcaldesa Ada Colau, la consellera de Cultura, Laura Borràs, o el comisionado municipal de Cultura, Joan Subirats.