"Cuando rompimos, me volví completamente loca": Amy Winehouse y Blake Fielder-Civil, una historia de obsesión, drogas y ¿amor?

La cantante británica mantuvo una relación turbulenta y polémica con el joven que duró hasta su fallecimiento.

Amy Winehouse y Blake Fielder-Civil en 2007.

Gtres

Cuando Amy Winehouse conoció en un pub del barrio londinense de Camden Town al hombre por el que perdería la cabeza, ella ya tenía una carrera artística. Corría el año 2005 y la carismática cantante había lanzado un disco titulado Frank —que fue bastante aclamado por la crítica y estaba lleno de temas que versaban (principalmente) sobre el desengaño amoroso que acababa de experimentar con su primer novio, el periodista Chris Taylor—. "Yo estaba en el bar y entró ella. Jugamos al billar y nos fuimos a otro pub. Luego volvimos a casa de Amy. Ambos estábamos saliendo con otras personas, pero no pensé en ello como en una infidelidad. Solo la veía como una chica muy caliente. Yo era así", explica Blake Fielder-Civil en el documental Amy (2015).

Mujeriego, fiestero y adicto a las drogas, se ganaba la vida trabajando como auxiliar en una productora de videoclips. Poco que ver con Amy, una dulce, carismática e inteligente joven de 21 años con cierta falta de autoestima que había abandonado los estudios para dedicarse de lleno a la música. La cantante, que al poco de toparse con Blake dejó a su novio, pasó el verano de aquel año sin separarse apenas de su nueva conquista, por quien sintió una atracción inmediata. La obsesión era tal que apenas un mes después de conocerlo se tatuó su nombre sobre el pecho izquierdo.

"Me gustaba hacerme daño, y creo que a Amy también", afirmó luego Blake. "Iba en nuestros genes. Le preguntaba por qué era tan promiscua y por qué era como un hombre en cuanto al sexo. Eso indica que alguien ha vivido un episodio traumático, quizá de índole sexual. Viendo su comportamiento, tenía sentido. Ella decía: 'Por nada. No abusaron de mí cuando era una niña ni nada parecido'. Y afirmaba que todo era porque su progenitor (Mitch Winehouse) abandonó a su madre y eso le impidió ver a su padre. Lo entendí. Cuando tenía nueve años, me corté las venas. No sé si quería morir o que mi madre dejase a mi padrastro. Amy y yo nos parecíamos".

La relación entre ambos parecía inquebrantable. Amy estaba tan ciega de amor que, cuando Blake se cortó con el filo de una botella durante una juerga salvaje, tuvo que cortarse ella también. "Haré lo que tú hagas. Quiero sentir lo que sientes tú", le dijo. Pero la cosa empeoró el día que Blake le mandó un mensaje para comentarle que no quería dejar a su novia y que era mejor continuar simplemente como amigos. "Cuando rompimos, me volví completamente loca, era una imprudente. Enloquecí. Todo me recordaba a él. Buscaba algo en la nevera y lo veía. Subía las escaleras, veía sangre en las paredes y pensaba en él; pero era de mis puños", contó ella después.

A partir de ahí, los dimes y diretes entre ambos tomaron bastante protagonismo en su relación, lo que fue minando la moral de Amy, que comenzó a abusar del alcohol para tratar de huir de la depresión en la que se sumió. En noviembre de 2005 su representante, Nick Shymansky, se sentó a hablar seriamente con ella y trató de convencerla para que acudiera a un centro de desintoxicación. Amy le respondió con un "Iré si mi padre me lo pide", pero el susodicho determinó que la muchacha estaba bien y que su apego al alcohol era algo así como una adicción temporal e inocua —un asunto que quedaría retratado en la archiconocida canción Rehab—.

La londinense acabaría superando aquella mala racha. A principios de 2006 dejó a la agencia que la representaba para firmar con Raye Cosbert, de Metropolis Music, y comenzó a trabajar duro en su segundo álbum, Back to Black, un disco donde fusionó con atino diferentes estilos (como el jazz, el soul o el hip-hop) y cuya composición le sirvió de catarsis emocional. La cantante cambió totalmente de look, pasando a lucir su característico moño cardado, y se consagró como una de las artistas con más ventas y más famosa del planeta, lo que conllevó también un nivel de exposición mediática que le incomodaba bastante. Porque si bien es cierto que adoraba cantar y componer, no es menos cierto que Amy siempre tuvo los pies en la tierra. Nunca escuchaba sus propias canciones en casa y jamás se creyó nada especial —por más que su admirado Tony Bennett llegase a hablar de ella como una estrella del jazz a la altura de maestras como Ella Fitzgerald y Billie Holiday—.

La resaca del éxito trajo consigo su reconciliación con Blake, con quien decidió casarse en Miami en mayo de 2007. "Al volver de Estods Unidos, ya casados, fue la primera vez que Amy probó el crack y la heroína. En aquel momento, yo las tomaba y me gustaban. Anulaban por completo cualquier sentimiento negativo, y Amy las probó conmigo. Después de tomarlas los dos nos enganchamos enseguida", expuso sin titubeos Blake en una entrevista. Ese mismo verano Amy estuvo ya a punto de morir tras sufrir su primera sobredosis —aunque en esa ocasión accedió a ingresar junto con su marido en un centro de desintoxicación ubicado en la isla de Osea—.

Algunos amigos de Amy comentan que su entonces marido y ella siguieron drogándose juntos hasta que Blake fue arrestado (y enviado a la cárcel) por ayudar a golpear al propietario de un pub y ofrecerle luego un soborno para que no lo contase. Poco a poco, la vida de ambos comenzaría a ir cuesta abajo y sin frenos. Amy, que era quien llevaba el dinero a casa, empezó a gastar ingentes cantidades de parné —hasta 18.000 euros a la semana— para comprar drogas duras, desarrolló bulimia y comenzó a descuidar su carrera musical, hasta el punto de llegar a cancelar todos los conciertos que tenía programados ese año por prescripción médica. "No puedo darlo todo en el escenario sin mi Blake. Lo siento mucho, pero no quiero hacer los espectáculos con poco entusiasmo. Amo cantar. Mi marido es todo para mí, y sin él, simplemente, no es lo mismo", declararó entonces la propia artista. "Amy quedaba lejos de representar cualquier ideal de feminismo. Sus traumas de la infancia la arrastraron hacia una enfermiza dependencia de los hombres, manifestada en una actitud sumisa y supeditada a los deseos de un esposo por el que podía, incluso, morir", apunta la escritora Susana Monteagudo en la biografía ilustrada Amy: Stronger than her (Lunwerg, 2019).

Los medios británicos comenzaron a hacerse eco de las peleas de Amy con Blake. Cualquier consumidor de prensa amarillista de la época recordará imágenes como aquella desagradable fotografía —tomada justo después de una fuerte disputa entre ambos— donde él aparece con el rostro repleto de arañazos y ella se deja ver con el maquillaje corrido y las manoletinas cubiertas de sangre. Y cualquiera que siguiera de cerca la carrera de Amy recordará la popularidad que adquirieron los chistes sobre su adicción a las drogas o su demacrado físico. "Según Contactmusic.com, en el próximo disco de Amy Winehouse las canciones serán sobre cocina. Cocinar meta, heroína...", comentó con cierta mala baba el humorista satírico Jay Leno en The Tonight Show.

Amy siempre había tratado respetuosamente a los medios. De hecho, se mostraba a menudo generosa con los reporteros que hacían guardia en la puerta de su casa —su padre contó en una entrevista que hasta les servía té y bocadillos, lo que hacía que la adorasen—. Pero aquellas mofas, las críticas crueles y la constante persecución mediática la llevaron a replantearse su relación con la prensa, hasta el punto de que más adelante llegaría a lograr una orden judicial contra los paparazzi que la acosaban brutalmente y no la dejaban vivir tranquila.

Back to Black se convirtió en uno de los discos del año, llegando a cosechar hasta seis nominaciones a los Grammy. En enero de 2008 Amy aceptó ingresar en una clínica de desintoxicación para poder viajar a Estados Unidos y acudir a la ceremonia de entrega de aquellos prestigiosos premios. Por desgracia, su solicitud de visado para entrar en el país acabó siendo rechazada por la embajada estadounidense en Londres, y la pobre Amy tuvo que conformarse con celebrar su victoria desde un estudio de la capital británica —lugar desde el que dedicó sus cinco premios "a mi Blake, que está encarcelado"—. Agotada física y mentalmente, Amy cumplió aquel verano con los compromisos adquiridos y luego decidió parar para tratar de recuperarse. "Sabía que las cosas estaban mal, pero estaba harta y realmente superada por la situación. Vivía en una pecera, y no podía escapar de su vida. Empezó a desmoronarse en público y el tratamiento de los medios la empujaba más al abismo", le contó el pianista Sam Beste al cineasta Asif Kapadia.

Los efectos del abuso de las drogas y del alcohol estaban haciendo estragos en el cuerpo de Amy, que era muy consciente de los deseos de sus fans —ávidos de nuevos temas— pero se veía incapaz de centrarse en la preparación de su siguiente disco. Por un lado, la personas del entorno más cercano de la cantante temían por su vida y deseaban verla bien. Pero, por otro, había mucho dinero de por medio y algunos consideraban imprescindible solucionar aquel desaguisado de manera que no afectase a su trayectoria financiera. En febrero de 2009 Amy abandonó el Reino Unido para tomarse un prolongado descanso en la isla caribeña de Santa Lucía, donde consiguió dejar el crack y la heroína —aunque siguió bebiendo como un cosaco—, y recibió la visita de su padre —quien apareció rodeado de cámaras y técnicos de sonido sin previo aviso, dispuesto a grabar un documental sobre los problemas de padres con hijos adictos—.

Allí se vio a Amy relajada, caminando por la arena con su guitarra al hombro o siendo fotografiada en actitud cariñosa con el actor Josh Bowman. "Escapé finalmente del infierno. Estoy enamorada de nuevo y no necesito drogas. Mírame, ¡estoy radiante! No sé qué está pasando con Blake y conmigo ahora y, por el momento, me he olvidado de que estoy casada. Estoy aquí sola, feliz y pasándolo bien con Josh", declaró al News of the World. Amy apenas concedía ya entrevistas, pero aprovechó aquella tribuna para comentar que su matrimonio se basaba "en consumir drogas" y que "estar con alguien como Josh es mucho mejor para mí". Blake se enfadó al ver a Amy en los brazos de otro hombre y pidió el divorcio por adulterio de la cantante. Seis meses después un tribunal le concedió a la pareja el divorcio.

Amy comenzó entonces una historia de amor con el director de cine británico Reg Traviss —con quien mantendría una relación relativamente estable hasta su fallecimiento—. También buscó sin demasiado éxito la inspiración para componer las canciones de ese esperado tercer disco y hasta puso en marcha su propia discográfica (Lioness). Su ruptura con Blake olía a cierta esperanza, pero la sombra de la recaída siguió acechando a Amy, que nunca dejó la bebida y en mayo de 2011 ingresó nuevamente en una clínica de rehabilitación londinense para tratar su adicción al alcohol y así poder volver a trabajar.

La cantante había recibido ofertas para actuar en distintas ciudades europeas y, aunque estaba aburrida del repertorio, acabó cediendo ante la presión de su discográfica para tocar de nuevo los temas de Back to Black. Conforme se acercaba la fecha de la nueva gira, volvió a emborracharse, pensando que así, quizás, podría librarse de los directos. Pero ni por esas. El 17 de junio de 2011 Amy se quedó inconsciente en el sofá de su casa londinense. Varios miembros de su equipo se presentaron aquel día all, y la metieron en un coche, dormida, para llevarla al aeropuerto. Luego la subieron a un jet privado con destino a Belgrado, donde al día siguiente debía dar comienzo su esperada (y publicitada) gira de regreso.

El bochornoso recital ofrecido por Amy en la capital serbia dio buena muestra de la delicada situación que atravesaba la cantante de 27 años. Desorientada e incapaz de mantenerse en pie, la escuálida artista se negaba aquella noche a cantar, lo que la llevó a recibir sonoros abucheos. Después del show (y nunca mejor dicho) el equipo de Amy se vio obligado a cancelar sus siguientes conciertos. "Pese a estar seguros de que ella quería cumplir con estos compromisos, Amy acordó con la gerencia que no podía entregar lo mejor de su capacidad y que volverá a casa. A ella le gustaría disculparse con sus fans, que esperaban verla en las presentaciones, pero siente que esta es la manera correcta de actuar", se justificó su representante a través de un comunicado.

Aquel junio Blake —que entonces cumplía una condena de 32 meses por robo y posesión de un arma de fuego— fue enviado a la cárcel penitenciaria Armley, en Leeds, desde donde mantendría una última conversación telefónica con Amy. Durante la charla, ella le aseguró que quería ser "Una mujer de un solo hombre", a lo que Blake respondió que siempre la querría, y que "Lo único que no quiero es perderte". "Nunca me perderás, Blake", apostilló entonces la británica, que el sábado 23 de julio sucumbió ante la presión y murió en su casa de Camden Town tras sufrir una intoxicación aguda por alcohol.

La repentina desaparición de Amy supuso un mazazo para su problemático ex, que se enteró de la noticia estando aún entre rejas. Pero el ser humano en general, y los medios en particular, necesitan buscar culpables, y eso propició que Blake se convirtiera para muchos en el principal responsable de la espiral de autodestrucción en la que había entrado Amy —curiosamente, su última etapa en prisión, totalmente alejado de la cantante, coincidió con la etapa más oscura (y de mayor y más rápido deterioro) de la joven—. Hasta Mitch Winehouse llegó a describirlo una vez como "el mayor cabrón de los bajos fondos en el que Dios haya puesto aliento". Aquel pobre diablo, sin embargo, se defendería con el tiempo de todos estos ataques asegurando que "Amy no era una mujer joven, bien adaptada, etc., y me parece irrespetuoso insinuar que fui un titiritero maquiavélico". La madre de Amy, Janis, decidió apoyarlo también públicamente afirmando a OK que la relación entre Blake y su hija "fue íntima y genuina. Su matrimonio fue impulsivo, pero aun así fue puro. Obviamente, era una relación complicada, pero el amor estaba en el centro de ella".

Claro que es posible que aquella tóxica relación con Blake condujera en cierto modo a Amy a su trágico destino. Aunque también es posible que fuese su compleja y contradictoria personalidad lo que realmente la mató. Su propia madre comentó hace unos días que Amy "eligió su propio camino", pues "era una persona vulnerable, pero no débil". O puede que fuese la codicia ilimitada de su entorno la culpable de todos sus males. Y que, además, todos los que alguna vez hicieron (hicimos) clic en cualquiera de los enlaces que conducían al último vídeo de Amy en apuros, o bien compraron la revista de turno con sus instantáneas más desfavorecedoras, fuesen cómplices de lo ocurrido. Pero también es posible que, como suele decirse en estos casos, entre todos la mataron y ella sola se murió.