Cuando elegimos un destino al que viajar con nuestro hijo, y sobre todo si es caluroso, solemos incluir en el recorrido lugares en los que refrescarnos. Esto en Japón no ha sido tarea fácil, pues pese a estar rodeado de mar no tienen una cultura muy playera. Encontrar un sitio donde bañarse en Japón no es fácil. Pero nosotros en 20 días nos hemos puesto a remojo en piscinas, ríos, playas y, cómo no, onsen, a lo largo y ancho de Japón.
Por cierto, pasé la mitad del viaje buscando un bañador, pues me lo había dejado en casa. Chicas, comprarse un bikini en Japón no es tarea fácil. Las tallas son enanas, una L (si consigues encontrar una) equivale a una S nuestra. Al final, acabé bañándome en ropa interior, pues no hubo manera de encontrar un bañador barato que me entrara.
DÓNDE BAÑARSE EN JAPÓN
Onsen: los japoneses son muy de bañarse en estos baños colectivos. En un par de hoteles pudimos vivir esta experiencia tan peculiar. Entras desnudo a una sala colectiva donde hay unas banquetas y palanganas en las que ducharse con mucho esmero. Cuando ya estás reluciente pasas al baño caliente. Es muy curioso, sentarse frente a un espejo junto a otras chicas desnudas y enjabonarse tranquilamente…
Este es el onsen femenino del Hotel Edoya, En Tokio.
Nosotros no probamos ningún onsen al aire libre, ni de aguas termales, tan típicos en Japón. Sólo nuestros pies se relajaron en el balneario de pies al lado de la estación de tren de Awaraonsen, cerca de Fukui.
Ríos: El día que bajamos el monte Misen en Miyajima, era muuuy caluroso. Tras la larga caminata, Amets no pudo resistirse al río que nos acompañó el último tramo. Y nuestros pies tampoco, por supuesto.
Playas: cuando preparábamos el viaje buscamos mucha información sobre playas en las que poder bañarnos, y sin mucho éxito. Una vez allí, en las informaciones de turismo que visitábamos, preguntábamos, y la verdad es que nos miraban con cara de ¿queréis bañaros en la playa, seguro?
Conseguimos hacerlo en dos ocasiones, a cada cual más complicada. La primera, en la isla Miyajima, tras hacer una larga caminata. El transporte público a esa zona de baño era muy escasa, y cuando llegamos descubrimos por qué. Porque nadie iba allí. Todo un misterio.
Llegamos a la conclusión de que a los japoneses, por aquello de mantenerse blanquitos y también porque son un poco obsesivos con la seguridad, no les gusta la playa. Los pocos sitios en los que vimos bañistas iban vestidos como si les diera miedo mojarse, y protegidos por flotadores, manguitos… Un show.
Bueno, un show nosotros en bañador (yo en ropa interior).
La segunda vez, en nuestra a visita a los acantilados de Tojinbo, cogimos un autobús que hacía la costa y nos dejó en una playa muy fea con gradas de cemento y enormes diques para que ninguna ola llegara a nuestros pies. Esta vez había familias enteras en plan domingueros, pero el ambiente nos resultó un poco surrealista.
Eso sí, en todas las ocasiones aprendimos un poquito más sobre las costumbres niponas.
Piscinas: Normalmente en todos nuestros viajes elegimos algún hotel con piscina, pero nuestro presupuesto en Japón no daba para tanto. Nuestra anfitriona Aya de couchsurfing nos señaló una piscina en su barrio de Tokyo donde poder sofocar nuestro calor. Estaba en la esquina noroeste de Kinuta park, en Setagaya. Era una piscina con corriente circular a la que llegaban un par de toboganes. Ideal para nuestro peque, harto de andar y de asfalto. Para nosotros, otra experiencia a la japonesa. Familias hacinadas en unos pocos metros cuadrados al borde de la piscina comiendo fideos, un silbato que hacía salirse a la gente del agua cada media hora… Muy entretenido.
Y, como en otras ocasiones, nosotros los únicos occidentales.
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