ENTREVISTA

Julissa Reynoso: la primera embajadora mujer y negra que llega a España

La dominicana ha llegado a España y Andorra con un compromiso de corazón para cambiar las cifras demográficas de Estados Unidos (y algunos paradigmas)
Julissa Reynoso en su residencia en Madrid.
Julissa Reynoso, embajadora de Estados Unidos en España y Andorra.Fotografía: Ana Cuba / Estilismo: Beatriz Machado

Este artículo se publicó originalmente en el número de junio de Vogue España

No hay un espacio donde uno no merezca estar. Esa es una de las enseñanzas familiares que más han marcado a Julissa Reynoso Pantaleón (República Dominicana, 1975), nacida en Salcedo, un pequeño municipio rural del norte de Quisqueya. Poco después, sus padres emigraron a Estados Unidos en busca de oportunidades. Ella se quedó bajo el ala de sus abuelos en una etapa de la que guarda recuerdos de un lugar donde “todo el mundo se conocía, vivía con las puertas abiertas y nos bañábamos en el río”. Cambió cuando consiguió la documentación para viajar a Nueva York (la ciudad no dominicana con más dominicanos del mundo). Tenía siete años y allí se reencontró con sus padres, en una edad en la que uno no migra, sino que le hacen migrar. “El cambio más dramático fue de un entorno rural a uno muy urbano. Yo nunca había visto un edificio. Todo el mundo vivía en un espacio muy pequeño y no había un río al que ir”, recuerda.

A juzgar por su vida posterior, podría decirse que Julissa Reynoso se tomó en serio aquel mandato familiar de que no hay un espacio donde uno no merezca estar. Recibe a Vogue en su residencia oficial, como embajadora de Estados Unidos en España y Andorra, cargo para el que entregó las credenciales al monarca Felipe VI el pasado febrero. Como ya le había ocurrido a Kamala Harris un año antes, Reynoso se convierte en la primera mujer negra en asumir el cargo. De hecho, entre los 80 embajadores que han pasado por España, ninguno había sido negro. Tampoco mujer. Es consciente de que lo suyo, al menos por ahora, es más una excepción que la norma en la diplomacia occidental: “Los números no son buenos, pero hay un compromiso de corazón para mejorar esas cifras que no representan la demografía del país”. Antes de dar el salto a la diplomacia, la dominicana ya se había hecho un nombre como abogada, una profesión que eligió por pura vocación social. “Me crié en el Bronx y, viendo dónde viví, de dónde vine y conociendo un poco del mundo, me di cuenta de que había mucho trabajo que hacer para proteger a las poblaciones más vulnerables”. Las universidades de Harvard y Columbia, en Estados Unidos, o Cambridge, en Reino Unido, nutrieron su base de conocimiento mientras alternaba prácticas en la abogacía con otros empleos para costearse la vida.

La embajadora con sus perras Kika y Celeste, en su residencia oficial en Madrid.Fotografía: Ana Cuba / Estilismo: Beatriz Machado

Una vez aventurada en la política, hay dos mujeres que sobresalen como referentes. La primera es Hillary Clinton, con la que a día de hoy sigue “en comunicación constante”. Afirma que le ha ayudado “en miles de cosas, desde cómo hacer este trabajo hasta en proyectos personales”. Se conocieron en el año 2006 y una de sus primeras experiencias conjuntas fue en la frustrada campaña presidencial que terminó en la histórica victoria de Barack Obama. “Siempre la admiré. Se lanzó para la presidencia, me involucré y la ayudé con la campaña. Yo era una jovencita”. A simple vista, resulta difícil resistir la tentación de comparar su periplo vital con la narrativa del sueño americano. Pero ella prefiere esquivar la etiqueta. “La gente lo dice como algo positivo, pero yo lo que he hecho es trabajar y hacer lo posible con lo que Dios me ha dado. En este mundo es fácil meter a las personas en cajitas y yo no quiero entrar en ninguna”. Fuera de esas cajitas, usando sus propios términos, echa de menos una cierta tranquilidad vital. “Me gusta ir a mi casa en Nueva York, tomar el metro y que nadie sepa quién soy. Ir al supermercado de la esquina y que a nadie le importe...”.

Llegó a España con su hijo y sus dos perras, Kika y Celeste, que entre pequeños ladridos y la intención de compartir protagonismo deciden hacer acto de presencia durante la entrevista. Ambas la acompañan desde que en 2012 Barack Obama la hiciese pasar a la historia convirtiéndola, con 37 años, en la embajadora más joven de Estados Unidos enviándola a Uruguay como su primer destino. La segunda mujer clave en su trayectoria es Jill Biden, actual primera dama del país, de quien ejerció como jefa de gabinete hasta que la Casa Blanca hizo pública su nominación como embajadora. “Ha sido excepcional, una líder y amiga increíble. Dada su experiencia y corazón, no se me ocurre nadie mejor que Julissa para representarnos en España y Andorra”, escribía Biden entonces. Cerraba el mensaje con un íntimo “la extrañaré”.

Julissa Reynoso, embajadora de Estados Unidos en España y Andorra.Fotografía: Ana Cuba / Estilismo: Beatriz Machado

Además de ser la mano derecha de Biden, copresidió el Consejo de Políticas de Género en la Casa Blanca, un tema que trae a España como prioridad. “Aquí las mujeres tienen una representación importante en varios sectores, incluso en algunos mejor que en Estados Unidos. Pero aún hay techos que romper”, enfatiza. No ha tardado en comenzar la labor. En las inmediaciones del Día de la Mujer, el 8 de marzo, inauguró un acto sobre liderazgo femenino organizado por la Asociación Multisectorial de Mujeres Directivas y Empresarias (AMMDE). “Fue ella la que quiso estar con nosotras”, recuerda Irene Navarro, presidenta de la institución, que destaca que la figura de la embajadora “supone una importante representación en el mundo diplomático”.

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