Américo Vespucio en costas americanas
Cabo Verde En la desembocadura del Río de la Plata En el oceano Atlántico de regreso a Portugal

 


Cabo Verde
A los 47 años de edad, Amerigo Vespucci obtuvo del rey de Portugal, Manuel I, el mando de una expedición formada por tres naves, con la misión de alcanzar las Molucas y sus especias. El 14 de mayo de 1501, la flotilla zarpó de Lisboa con rumbo a las islas de Cabo Verde. De allí se dirigió hacia el cabo de San Roque de Brasil, trayecto en el cual, según narra el propio Vespucci, enfrentaron múltiples dificultades:
"Para que, en una palabra, narre brevemente todas las cosas, sabe que de 67 días que navegamos continuamente, 44 los tuvimos con lluvia, truenos y relámpagos, de tal modo oscuro que nunca vimos ni el sol de día, ni serena la noche. Por todo lo cual nos entró tan gran pavor que ya casi toda esperanza habíamos perdido. En estas verdaderamente tan terribles borrascas del mar y del cielo, plugo al Altísimo mostrar ante nosotros el continente y nuevos países y un otro mundo desconocido. La cual cosa vista nos alegramos tanto como suele ocurrir a aquellos que de múltiples calamidades y de adversa fortuna salen con salud. Exactamente el día 7 de agosto de 1501 surgimos en las costas de aquellos países, agradeciendo a Dios nuestro señor con solemnes súplicas y celebrando una misa cantada". Así, Vespucci llegó al Brasil. Fuente de la cita: El Nuevo Mundo, Carta de Américo Vespucio a Lorenzo Pedro de Médicis.

 


En la desembocadura del Río de la Plata
Una vez en costas americanas, Vespucci probablemente se fue convenciendo cada vez más de que había arribado a una tierra que no eran las Indias Orientales de la especiería sino más bien un continente desconocido para los europeos. Resolvió, entonces, recorrer el litoral hacia el sur para conocer más exactamente las dimensiones de este "Nuevo Mundo". En su periplo alcanzó el Río de la Plata y, según algunos autores, la Patagonia.
Estas son algunas de las impresiones del recorrido: "Allí conocimos que aquella tierra no era isla sino continente, porque se extiende en larguísimas playas que la circundan y de infinitos habitantes estaba repleta. Y descubrimos en aquella mucha gente y pueblos y toda generación de animales silvestres, los cuales no se encuentran en nuestros países, y muchos otros nunca vistos por nosotros y a los cuales sería largo referirse uno a uno. ... La tierra de aquellos países es muy fértil y amena y con muchas colinas, montes e infinitos valles y abundante de grandísimos ríos y de salutíferas fuentes ricas en aguas y dilatadísimas selvas densas e impenetrables y copiosamente llenas de toda generación de fieras. Arboles grandes arraigan allí sin cultivador, de los cuales, muchos frutos son deleitables al gusto y útiles a los humanos cuerpos, otros verdaderamente al contrario: y ningún fruto es allí semejante a los nuestros. Se producen allí innumerables especies de yerbas y raíces, de las cuales hacen pan y óptimas viandas. Y tienen muchas simientes absolutamente distintas a las nuestras. Ninguna especie de metal allí se encuentra, excepto oro, el cual en aquellos países abunda, aunque nada de ellos hemos traído nosotros en esta nuestra primera navegación. Y de esto nos dieron noticia los habitantes, los cuales nos afirmaban que allá tierra adentro había grandísima abundancia de oro, no siendo entre ellos estimado en nada ni tenido en aprecio. Abundan las perlas, como otras veces te he escrito". Fuente: El Nuevo Mundo, Carta de Américo Vespucio a Lorenzo Pedro de Médicis.

 


En el océano Atlántico de regreso a Portugal
Amerigo Vespucci regresó a Lisboa el 22 de julio de 1502 con la firme convicción de haber explorado un nuevo continente, lo cual divulgó a través de diversas cartas. Gracias a esta difusión, no nos debe extrañar el nombre que recibió nuestro continente a partir de 1507:
"Hacia los finales de la Edad Media existía en el ducado de Lorena, dentro de los tupidos pinares de los Vosgos, el viejo monasterio de Saint Dié, incendiado con inaudita frecuencia y restaurado por la tenacidad de sus monjes. Allí se recluían en busca de los caminos que conducen a Dios, almas serenas y contemplativas, alejadas del tiempo y de los ruidos del mundo. Los frailes, fuera de sus horas de éxtasis, se consagraban a las artes y a las ciencias, inspirados intelectualmente por Vautrin Lud. Se integró una especie de sabia Academia, en la cual predominaba una inquietud extraña por la geografía. Las almas recoletas se regocijaban con los mapas y las regiones desconocidas.
Entre sus miembros había un poeta inspirado por la voz del viento en los pinares, un geógrafo llamado Martín Waldseemuller. ... El geógrafo escribió un prólogo a los ocho libros de la Geógrafa de Tolomeo, que pensaba titular: Introducción a la Cosmografía. Con minuciosidad benedictina trabajaba en los mapas que habrían de ilustrar el precioso libro. Y pasaba las noches corrigiendo el perfil de los continentes, las curvas de las bahías, el cauce de los grandes ríos.
Un día llegó a manos del duque de Lorena una carta fechada en Lisboa, firmada por un florentino llamado Américo Vespucio y dirigida a su compatriota Pietro Soderini. El duque mandó su copia al monasterio de Saint Dié. En esa carta se trata la descripción pintoresca de un mundo nuevo. Como en un prodigioso y animado mural, aparecen ante los ojos de los europeos las razas indígenas, los árboles, los ríos desbordados, una naturaleza colosal, todo el verde captado por un florentino.
La insólita carta de Américo Vespucio conmovió a los monjes del monasterio. El geógrafo Waldseemuller dibujará un nuevo mapa, adornado con las eugies de Tolomeo y Américo Vespucio. El poeta Ringman convocó a las musas: "Existe una tierra que no se conoció en tus mapas, Tolomeo. Rodeada por el vasto mar, llena de claridad, la habitan gentes desnudas." ¿Cómo se llamará ese nuevo mundo? No vemos la razón, dijeron los monjes, para que no lo llamemos América, por Américo su descubridor. Y en el mapa se escribió en negra tinta el nuevo nombre sonoro, metálico y poético: América. En medio de la noche unos monjes, a la luz del candil imbuido, tomaron simbólicamente el dibujo del Nuevo Mundo y dejaron caer sobre él las aguas bautismales. Europa en la leyenda fue raptada por el toro. América fue raptada a Colón, por la carta de Vespucio". Fuente: Revista Credencial Historia, tomo III, Bogotá, Colombia, enero-diciembre 1992.