Las bibliotecas de la Antigüedad eran santuarios que custodiaban crónicas históricas, escrituras sagradas, tratados de ciencia o textos secretos. Como faros del saber brillaron las de Ugarit (XII a.C.), Asurbanipal (VII a.C.), Alejandría (III a.C. ) o Pérgamo (II a.C.). Por desgracia la mayoría desaparecieron junto a sus valiosos fondos, pero su testigo fue recogido por abadías y monasterios que en el medievo recopilaban y reproducían manuscritos. Al surgir las colecciones privadas, muchas dieron origen a edificios creados específicamente para ellas.
La visita a bibliotecas como las seleccionadas permite deambular por salas maravillosas y deleitarse con colecciones únicas y joyas como el Libro de Kells (Dublín), escrito e ilustrado por monjes el año 800, o el Codex Vaticanus (1209), el más antiguo manuscrito de la Biblia que se conserva en el Vaticano, donde existe un Archivo Secreto con 150.000 volúmenes.